martes, 25 de junio de 2013

Aventurero


Hace falta valor para lanzarse a recorrer el mundo, para zafarse de toda certeza y arriesgar la cáscara en otros sitios. Hace falta coraje para cambiar la seguridad del tallo por el destino incierto del extranjero. De vez en cuando nace alguien así, alguien que no teme romper la monotonía de algún paisaje y colar su silueta extraña en él, alguien que aparece sin que nadie lo invite y se arriesga a quedar expuesto, a la vista. De vez en cuando nace un valiente.
Ilustración: Rey Rodríguez

lunes, 24 de junio de 2013

Peaje



Solo tengo dos monedas que guardo con más sentido común que fe.
un par de trozos de cobre opaco,
gastados en cientos de trasmanos
pagos de jornal honesto de putas y labradores,
buenos para el vino rancio
la comida tosca
la limosna de la beata pobre
y apenas algo más.
un par de monedas a las que me aferro
convencido de que es todo lo que obtendré en esta vida
que lo otro
-la gloria, los placeres mundanos-
son imágenes ridículas de un álbum de fotos
cuyas páginas siempre pasan volando.
cuando acabe el juego
cuando la luz de las boyas en el horizonte
comiencen a confundirse con los tonos naranjas del amanecer
quiero que me entierren como a esos viejos esqueletos hallados en las tumbas milenarias
con mis dos monedas cortadas por un herrero sin nombre,
con mis dos monedas caminantes de todos los rumbos posibles de la pobreza
con mis dos monedas,
pasaportes de mi entrada al otro cuarto.

miércoles, 12 de junio de 2013

Games of Thrones III: Eppur si muove

Quienes nos visitan con cierta regularidad se habrán dado cuenta de lo mucho que nos encantan los trabajos de Jot Down sobre cine y el audiovisual en general. Ahora que ha concluido la tercera temporada de la última obsesión colectiva de este lado del planeta, Rubén Díaz Caviedes presenta una excelente y completa reseña sobre esta entrega. Prefiero ahorrarme los preámbulos y dejarlos con el texto de Caviedes.

Juego de tronos III: osos, chulos y señoronas
1
No lo parece porque pertenece a la Orden del Imperio Británico, tiene la voz así como retumbona y además interpreta a Tywin Lannister, pero el actor Charles Dance es un cachondo mental. Tanto que en el programade Jonathan Ross, cuando fue de promoción y explicó a la audiencia de Reino Unido la primera impresión que le causó Juego de Tronos al verla, contó que se quedó pasmado con la cantidad de folleteo —y perdón por la traducción, porque su expresión original, infinitamente más rica, fue “rumpy pumpy” que contenía. Muchorumpy pumpy, aseguró, y además a lo perrito, para más funfún. Doggy fashioned, dijo. Y flip wallop, que, si no me equivoco, sería algo así como decir que toma, venga, dale, raca. Y Jonathan Ross, claro, casi echa el hígado allí de la risa. Esa fue la elocuente descripción que hizo Dance de la serie de televisión a la que se incorporaría más tarde y que tiene loco, pero loco, a medio Occidente.
Si la primera temporada de Juego de Tronos funcionó como un largo prólogo de Canción de Hielo y Fuego y estableció para el espectador las reglas del juego homónimo siete reinos seudomedievales, mucho cabrón,rumpy pumpy todos con todos, magia pero poca y aquí los protagonistas se pueden morir y la segunda nos permitió conocer fundamentalmente al autor, la tercera ha sido sin duda la que mejor ha desvelado la propia tramoya de la adaptación. Lo dijo el mismo George R. R. Martin y lo dijo muy bien, como suele, en el preestreno en Los Angeles de la tercera temporada, cuya emisión acabó este lunes: “Esperemos que haya grandes sorpresas y momentos emocionantes en cada uno de los episodios. Desde luego ese es nuestro objetivo cuando hacemos el show”.
Precisamente para cumplir con ese objetivo cuando más complicado se les empieza a poner, la tercera temporada de Juego de Tronos adapta el tercer libro de la saga, Tormenta de espadas, pero solo hasta la mitad, e incorpora además tramas del segundo y del quinto, trastocando por primera vez la limpieza con la que se adaptó el primer volumen, Juego de Tronos, y el segundo, Choque de reyes. No es nada por lo que no pasasen las editoriales antes que la HBO, por cierto, que en su día en el año 2000, cuando se publicó ya tuvieron que dividir las casi 1200 páginas de Tormenta de espadas en varios tomos para salir al mercado. Es un tocho, en efecto. La más larga de las novelas de Canción de Hielo y Fuego hasta hoy y sin duda aquella en la que ocurren más giros.
La buena noticia para los televidentes, en particular para los afortunados que no hayan leído los libros y no sepan aún lo que ocurre en Tormenta de espadas, es que David Benioff y D. B. Weiss han dejado lo gordo del libro, la mayor parte de estos giros, para la cuarta temporada. La mala es que, si uno lo piensa un poco, tampoco te creas tú que han pasado demasiadas cosas en la tercera. No, al menos, del calibre al que nos tiene acostumbrados la serie.
(Y aquí es cuando empiezan los SPOILERS de la tercera temporada, por cierto. Como dijo Roose Bolton, el que avisa no es traidor)
La mayor parte de los personajes no han hecho durante estos diez capítulos más que patearse Westeros a buen ritmo, caminando hacia un destino físico que se marcaron al final de la segunda temporada o al principio de la tercera y alcanzándolo, sin más, en el último capítulo. Así lo han hecho Bran y Rickon Stark, por ejemplo, yendo de Invernalia al Muro; Sam Tarly, volviendo del Norte al Muro; o Jaime Lannister y Brienne de Tarth, llegando finalmente a Desembarco del Rey. ¿Y? Pues nada más, en realidad. Mucho truquito por el camino para no aburrir al personal que si un caminante blanco, que si ahora un oso, que si ahora te corto la mano, pero poca acción pertinente. Lo que sea que vayan a hacer estos personajes en sus destinos lo veremos a partir de la cuarta temporada.
Nada que reprochar, por supuesto, a los hábiles demiurgos de Juego de tronos, en particular porque trabajan en continuidad y porque se trata, a fin de cuentas, de que miremos al pajarito. Si al principio decíamos que en la tercera temporada es cuando se le han visto realmente los andamios a la adaptación es porque, en esta ocasión, los guionistas han tenido que reajustar más que nunca las velocidades de las tramas que concentran la acciónfundamentalmente la de Jon Nieve, la de Daenerys Targaryen y la de Robb y Catelyn Stark para conseguir que se sucedan en pantalla en lugar de simultanearse y no dejarnos ningún día, o casi ninguno, sin nuestra ración de shock. En televisión la khaleesi ejecutó la acción al principio de la temporada estamos hablando de Astapor y los Inmaculados, Jon Nieve recogió el testigo a la mitad estamos hablando de infiltrarse entre los salvajes y escalar el Muro y Robb y Catelyn Stark lo hicieron al final estamos hablando de lo que todos sabemos que estamos hablando. Ha sido gracias a estas tres tramas que todos los demás personajes han sobrevivido a efectos narrativos y que los guionistas han conseguido amenizar lo que podría haber sido, no nos engañemos, un perfecto mondongo.
Teniendo en cuenta estas observaciones personales generales que son observaciones, son personales y son generales, quede repetido por si acaso hiciese falta, procedemos ahora a honrar la que es una tradición ya en esta casa y comentar los aciertos y patinazos de la tercera temporada de Juego de tronos.
Aciertos:
It’s a trap!
Nos gusta pensar que personajes carismáticos como Tyrion Lannister o Brienne de Tarth son los que más mueven nuestra empatía, pero eso es solo lo que nos gusta pensar. Con independencia de quién nos caiga mejor o cuál sea nuestro favorito, el personaje verdaderamente universal, aquel que cataliza la visión del espectador en su propia visión del mundo y en el que nos convertimos más y mejor al pisar Westeros una vez a la semana es, o era, Catelyn Stark. La conocemos demasiado, más que a ningún otro personaje, para que sea de otra manera. Es demasiado real, demasiado de verdad. Se parece demasiado, en resumen, a nuestras madres.
El de madre, precisamente, es el rol que más ha desempeñado Catelyn en esta temporada, después de ser fundamentalmente una viuda en la segunda y una esposa en la primera. Catelyn Stark, de soltera Tully, ha recorrido así todos los roles que le reservaba su papel de gran matrona en Juego de Tronos y así ha pasado, claro, lo que ha pasado. Que se le han acabado y que un Frey, un sucio y asqueroso Frey, le rajó el cuello en la espectacular Boda Roja que Conan O’Brien denominó hace unos días ante el mismísimo George R. R. Martin “lo más impresionante que se ha visto en televisión quizá nunca y, desde luego, desde hace mucho, mucho tiempo”.
2
Es complicado hablar de la Boda Roja sin incurrir en unos spoilers del copón, ya que ni los norteños olvidarán, como predijo Tyrion en el último capítulo, ni los dioses perdonarán el pecado de traicionar bajo techo a un invitado, como auguró Bran poco después. Esta matanza reverberará en Canción de hielo y fuego y durante mucho tiempo. Tanto que sabrán disculpar y agradecerán, con el tiempo que no le dediquemos aquí mucho más espacio.
Dragones de verdad
Personalmente llevo tres temporadas una detrás de otra temiendo que los dragones Drogon, Rhaegal y Viserion, hasta hoy fundamentalmente tres lagartijas con alas, se convirtieran al crecer en tres perros pequineses albinos gigantes mágicos voladores. No sería la primera vez que ocurre.
Pero no, gracias a los Siete. Por lo que parece los dragones en Juego de tronos, cuyos primeros rasgos distintivos hemos podido ver en esta temporada entre ellos los cuernos, que les han salido ya, las aletas espinadas y hasta los agujeritos en la boca por los que escupen fuego, no tendrán ese aspecto estilizado y alargado, como de ofidio, al que tanto recurren los escritores y los ilustradores y que tan mal quedan al insuflarles movimiento, fundamentalmente porque contradicen principios muy gordos de la aerodinámica.
3
Que Drogon, Rhaegal y Viserion iban a ser tres bestias más robustas que elegantes, más tres águilas que tres garzas, es algo que nos podíamos imaginar gracias a las calaveras que vimos en la primera temporada, que tenían bastante más que ver con el Draco de Dragonheart –un dragón estupendo, por cierto– o el tiranosaurio deParque Jurásico que con los animales góticos que describen los libros. Aun así yo lo celebro igual, porque esto ha sido como cuando nos enteramos de que nos ha rozado un meteorito gigantesco una vez ya ha pasado de largo: hemos estado a un tris, pero a un tris, de que nos colasen gato por esto.
Ollena Redwyne, tormenta de señoronas
Es un hecho ampliamente contrastado que Ollena Redwyn mola un ciento. Nadie pedía convertir Juego de tronosen La princesa prometida, pero un poquito de comedia se estaba echando en falta desde hace tiempo y eso es lo que ha aportado la matriarca de los Tyrell, interpretada y muy bien por Diana Rigg, que los británicos conocen bien por su papel en Los Vengadores y que a nosotros quizá nos suena más de cuando salió en 1969 en 007 al servicio de Su Majestad.
4
Del mismo modo que la televisión le ha sentado fatal a Sansa Stark no es que en los libros sea un personaje fascinante, pero lo de la Sansa televisiva empieza a no tener nombre, algunos personajes han llegado a mejorar con su adaptación en pantalla y Ollena Tyrell es una de ellas. En los libros es deslenguada, sí, desafiante y muy de conspirar, pero en la televisión han tenido el acierto de convertirla además en una mujer inteligente y, a través de eso, en una mujer divertida.
Los hermanitos Reed
Jojen Reed es un personaje muy peculiar en los libros y llevarlo a la pantalla llevarlo a la pantalla bien, se entiende era bastante complicado. Es un niño que apenas ha llegado a la pubertad pero ha visto ya de todo en sus sueños verdes, incluyendo el día y la forma en que morirá. También ha visto numerosos episodios del pasado y es muy sabio, por tanto, pero a la vez inexperto, lo que explica su dependencia de su hermana mayor, Meera, en los asuntos prácticos de la vida, como que no te maten y cosas así. Cuando llega a Invernalia en las novelas la Vieja Tata le pone a Jojen el sobrenombre de “el pequeño abuelo”, con que hagámonos una idea.
5
Hay gente muy enfadada porque Jojen y Meera Reed aparecieran en la tercera temporada en lugar de en la segunda, que es cuando les correspondía. Jojen heredero de la Casa Reed, los señores de la Atalaya de Aguasgrises llega a Invernalia junto a su hermana poco después de la caída de Ned Stark para reconocer a Robb como rey, y allí les sorprende la traición de Theon Greyjoy. Se esconden en las criptas del castillo junto a Bran, Rickon, Osha y Hodor y huyen con ellos hacia el Muro. En la serie, sin embargo, los hermanos Reed alcanzan a los otros cuatro cuando ya van hacia el Norte.
La espera, sin embargo, que llevó a algunos a sospechar incluso que los Reed iban a ser amputados de Juego de Tronos, ha valido la pena. El chico este, Thomas Brodie-Sangster, está estupendo como Jojen, seguramente porque viene de una familia de actores es primo de Hugh Grant o algo así, tiene 23 años ya, ahí donde le ves, y la voz bien curtida de locutar, entre otros para Doctor Who y poniéndole voz a Ferb, de Phineas y Ferb, desde hace más de seis años. Por su propia naturaleza Jojen corría el riesgo de aparecer un repelente niño Vicente y sin embargo el joven actor que además interpreta a un niño pequeño, recordemos ha conseguido cogerle el punto preciso entre estar de vuelta de todo y a la vez no estarlo, cosa que se agradece porque su personaje, como se ha visto en la tercera, ha llegado para quedarse.
Este plano
6
La redención de Melisandre
Todo el que haya visto Juego de tronos desde que le hicieron a Ned Stark las ingles brasileñas se ha preguntado lo mismo en algún momento u otro: ¿pero esto cómo va a seguir, si se han cargado a todos los buenos? La respuesta, ahora lo sabemos, está en el reciclaje. George R. R. Martin va incorporando nuevos personajes, sí, pero sobre todo recicla moralmente a algunos de los que ya existen en el plano principal y les hace cambiar de bando, reequilibrando constantemente el déficit de buenos con malos conversos.
En esta temporada ha ocurrido con Theon Greyjoy que de malo que era en la segunda temporada, tras su traición, vuelve a ser bueno y con Jaime Lannister, por ejemplo. No hablamos de ver la luz, claro está, ni de sumarse a la causa de los que mejor nos caen, que asumimos que son la Targaryen y los Stark. Hablamos de lo que hablamos cuando hablamos de buenos y malos en la ficción, que es de si gozan o no de la empatía del espectador. Si queremos que triunfen, son buenos, y si queremos que fracasen, son malos. Es algo terriblemente simple.
7
El mejor modo de hacer buenos en Juego de tronos es obligándoles a prestar atención a la Guardia de la Noche, y eso es lo que ha hecho Melisandre, contra todo pronóstico, en el último capítulo. Un minuto antes queríamos arrastrarla de los pelos y un minuto después, de repente, se ha convertido en el primer activo de Rocadragón, convenciendo a Stannis Baratheon de que asista al Muro en su guerra en general, de que haga algo productivo con su vida y de que le perdone la vida a Davos Seaworth, el carismático Caballero de la Cebolla. No está mal para alguien que parió una sombra maligna asesina y acabó así con el apuesto Renly Baratheon, único rey medio decente que aspiraba a la plaza.
Patinazos:
Joffrey Baratheon, el nuevo Aerys Targaryen
Queridos David Benioff y D. B. Weiss, dos puntos: Joffrey es el nuevo Aerys Targaryen. Lo pillamos. Nos queda claro, gracias. No hace falta que insistáis, de verdad. George R. R. Martin ya le dio diálogos muy buenos con su madre para que nos diésemos cuenta de que es un niño no solo repelentito, sino que además está algo cucú de la cabeza. Por su culpa murió Dama, la huargo de Sansa, a la propia Sansa la trae por el caminito de la amargura y al final ordenó ejecutar al mismísimo Ned Stark. Nada menos, quiero decir.
8
Teniendo en cuenta que además es gilipollas y que ha intentado matar a Tyrion, con eso bastaba. No hace falta meterse en jardines, hacer crescendos absurdos y que al final la criatura asaete contra la cama a una prostituta, nada menos, que os habéis sacado de la manga. Corréis el peligro de insistir tanto en lo mal que esté de la maceta que al final Joffrey, fijaos lo que os digo, va a molar. Y para cuando le queráis matar porque queréis restregárnoslo antes mucho por la cara pero también matarlo, se os ve el plumero desde hace tres temporadas, a lo mejor algunos de nosotros ya no queremos que le matéis. Es un consejo que os doy, sin más.
Daario Naharis, soy un truhán, soy un señor
Dudo que tenga una cláusula en su contrato para no aparecer desnudo”. Lo decía con sorna un aficionado enuno de los grandes mentideros en internet de Juego de Tronos al enterarse de que Ed Skrein, actor y rapero británico, había sido contratado para interpretar en la serie a Daario Naharis, el capitán de la compañía de mercenarios que se une a la causa de Daenerys a las puertas de Yunkai. Otro lector esperaba que en la serie respetasen el peculiar aspecto físico del personaje, en particular su barba teñida de azul. “Cosas como esas contribuyen a mostrar la enorme diferencia entre Essos el continente oriental y Westeros”, añadía.
En el libro, en efecto, Daario es un tipo con la nariz ganchuda, un diente de oro, la melena y la barba teñidas de azulla barba, además, rematada en tres puntasbigote rubio y un estrafalario traje amarillo, pero en la serie, oh sorpresa, resulta que no. Por alguna razón, han decidido dejarse de exotismos y poner directamente a un tiarrón canónico salido del póster central de la Súper Pop.
9
Lo peor no es que Daario sea de repente un hunk de manual, imberbe y con dos hoyuelos como dos cráteres de Chicxulub o que esto tenga rabiando a los fans por la internet procelosa: lo peor es que al actor que lo interpreta, el tal Ed Skrain, le duele la cara de ser tan guapo. Mira subiendo los párpados de abajo, pone morritos y ejecuta constantemente un juego de cejas seductor como diciendo hey, nena, soy un truhán, soy un señor, que te saca automáticamente del universo de Juego de Tronos. No parece el capitán de los Cuervos de Tormenta, quiero decir, sino el último ligue de Samantha en Sexo en Nueva York. Le falta solo guiñar a cámara y que le brille un diente, clin. La razón de la transformación no se le escapa a nadie: a Daario lo veremos enseñando cacha y será, seguramente, más pronto que tarde. No en vano aparece en la serie mediante dos escenas que no existían en los libros —una en la que habla con los otros comandantes y otra en la que se cuela sigilosamente en la tienda de la reina y en las dos, por hache o por be, alguien acaba enseñando la runfeta.
La insoportable levedad de Loras
A Loras Tyrell le jodieron pero bien en la segunda temporada, cuando se cargaron a Renly Baratheon. Primero en el guión, quitándole su reacción al enterarse de la muerte de Renly un momento de furia que protagonizó en su lugar Brienne de Tarth, como ya explicó Josep Lapidario en su repaso de la segunda temporada y después en la edición del episodio, descartando del montaje la escena en la que llora por la muerte de Renly y le confiesa a su hermana Margaery que lo quería. Es algo que se vio en los DVD, pero no en la televisión.
En la tercera temporada el Caballero de las Flores tampoco se ha llevado una secuencia, por breve que fuera, que nos permita conocerlo un poco más, algo que empieza a resultar urgente teniendo en cuenta la emergencia de su casa y un detalle revelador que conocimos en la conversación entre Olenna Redwyne y Tiwyn Lannister. Cuando él la amenaza con nombrar a Loras miembro de la Guardia Real si no se casa con Cersei, le dice: “Nunca se casará, nunca tendrá hijos y el apellido Tyrell se desvanecerá”. Salvo improbable giro, por tanto, en la serie no existen ni su hermano Willas Tyrell el heredero de Altojardín, con quien pretenden casar a Sansa en los libros ni su otro hermano, también mayor, Garlan Tyrell. El Loras televisivo no es el varón menor de los Tyrell, sino el primogénito de su casa y su heredero.
Y, sin embargo, ¿qué mueve al “orgullo de Altojardín”, como lo llama su abuela? ¿El interés, como a su hermana, y por eso se lió con Renly? ¿El amor honesto, por el contrario, y por lo tanto no se involucró en la lucha por el Trono de Hierro, sino que se vio envuelto en ella siguiendo a Renly? ¿El empeño por liderar su casa, de la que es heredero, apoyado en las mujeres Tyrell? ¿El empeño por no hacerlo, ya que es homosexual en un mundo en el que no puede serlo y prefiera aprovechar el liderazgo de su hermana y su abuela para pasar desapercibido? Para los televidentes ninguna de estas preguntas tiene respuesta, ya que a Loras le han recortado tanto por una parte y le han añadido tanto por la otra que se ha convertido en un personaje funcional, uno cogido con alfileres que siempre pasaba por allí. Pasaba por allí cuando le sedujo Oliver, el espía de Meñique, y pasaba por allí cuando decidieron casarlo con Cersei Lannister, en ambos casos para actuar como correa de transmisión de tramas que a su personaje, en realidad, ni le van ni le vienen.
La boda de Farruquito
10
Porque esta, amigos, no es manera de acabar una temporada.
(Tomado de Jot Down Magazine)
También recomendamos las reseñas a las temporadas anteriores:

lunes, 10 de junio de 2013

Encontrando al hombre azúcar



Atrapado en los caminos de la sugestión –una estela de premios a su paso por los festivales y una crítica unánimemente elogiosa- me senté el pasado domingo 9 de junio en la butaca del Chaplin a buscar a Sixto Rodríguez con ansiedad adolescente. Ya conocía la historia, ya había disfrutado las canciones, y sin embargo no pude sustraerme del encanto de estar hechizado por 86 minutos por un cuento extraño e increíble sobre un anónimo y a la vez icónico rockero.

De Detroit a Cape Town, con Searchig for Sugar Man asistimos a un reiterado viaje de ida y vuelta en el que la curiosidad de un par de fanáticos de Rodríguez se convierte en un acto de justicia poética. Canción tras canción se reconstruye el mito, en un admirable ejercicio de recreación histórica que no teme apelar a los más dispares elementos para armar una biografía singular.

Malik Bendjelloul compone una excelente pieza a partir del acertado manejo de los recursos cinematográficos puestos en función de la gran estrella, la historia. En esta obra el guion, con su estructura de novela detectivesca, se lleva las palmas. Los realizadores hacen de la presentación imprevista del dato oculto la partícula dinamizadora de la película, creando un filme que maneja códigos del suspense con una maestría admirable.

Si a esto se le suma una banda sonora deliciosa, armada con las propias canciones de Rodríguez -unos temas duros, descarnados, como el frío desierto y oscuro de las calles de Detroit-, no dude el posible espectador que disfrutará de la experiencia audiovisual y espiritual que es Searching for Sugar Man.
Resulta curioso que semejante fábula permaneciera sin ser contada en el cine hasta ahora; demos las gracias a Bendjelloul que la cuenta, y de qué manera. Se puede argumentar que hay anécdotas y poses efectistas en la narración, pero qué es la historia del rock si no una sucesión de mitos increíbles.

Con tantas sorpresas y asombros que depara el filme, prefiero no detenerme en un texto como este en detalles de la historia para que el espectador descubra la suerte de Sixto Rodríguez, un hombre que cantó a las durezas de su Detroit y sin quererlo se convirtió en un símbolo de la lucha contra el apartheid. 

sábado, 8 de junio de 2013

Rompe Ralph y el juego con la nostalgia.

Como crecí con los videojuegos (no siempre jugando, a veces como espectador o escuchando leyendas sobre técnicas secretas) me faltaba esa jarana cinematográfica relacionada con muchos de los héroes de mi infancia; Rompe Ralph gana su primer punto con la narración desde la perspectiva de “el malo”, la cual está muy bien concebida. La industria cada día es más consciente de que no solo venden los héroes tradicionales.

Pero el gran gancho de la película son los diez primeros minutos: los problemas existenciales de los villanos y las sesiones de terapia grupal para ayudarse unos a otros a aceptar el duro código de programación que les ha tocado; la solución es tomarse la vida partida a partida. Los constantes cameos, si se les puede llamar así, y los guiños, como Sugar Rush y su clara referencia a Mario Kart, dan la sensación de estar ante una obra “from gamers to gamers” y se agradece mucho aunque utilicen descaradamente la nostalgia y la memoria afectiva para mantenernos como niños sin despegar los ojos de la pantalla.

Disney es especialista en jugar con los sentimientos, en aguarnos los ojos, nadie habrá olvidado la muerte de Mufasa o el cazador invisible que priva a Bambi de su madre; aquí no llegan a ese extremo pero la efectividad de la dupla Ralph-Vanellope no solo mantienen buena química en pantalla (suena tonto, pero es una de las grandes ventajas de la animación, prescindir de los actores) sino que la relación de ellos se convierte en el hilo conductor. Otro punto a favor de la peli es el empleo de la voz en off de Ralph; él no nos habla a nosotros, sino al grupo de terapia de los villanos y con esto nos convertimos en uno de ellos, en alguien que ha tocado fondo, que no comprende su existencia. El recurso de empatía es efectivo porque no hay nada más inverosímil que alguien contándonos su vida mientras pasan los créditos de presentación; ¿y qué nos transmite Ralph? Cansancio, hastío y cuestionamientos acerca de la vida. Es triste, en los primeros minutos ya la cinta nos atrapó, tomó los hilos de la marioneta y terminará dándonos alguna lección de vida.

Todo gira alrededor de aceptar nuestro código de programación, lo que nos ha tocado en vida. Podría ponerme paranoico y ver todo un entramado político detrás de esta renuncia a la felicidad por un bien mayor de la sociedad (el videojuego en sí), pero no lo creo. Ralph acepta el credo de los malos porque hay cosas que no pueden ser cambiadas, aunque la analogía con ser el villano del videojuego nos deja un mal sabor de boca. La credibilidad y solidez se pierde en el inicio: el desprecio de los buenos hacia los malos; o quizás no, quizás el verdadero conflicto esté en la aceptación, en cómo ese desprecio hacia otras personas puede llevarlos a tocar fondo. Ese es el detonante dentro de Ralph: “no se disfruta del trabajo cuando a nadie más le gusta lo que haces” “A lo mejor si las cosas fueran distintas después del trabajo no me sentiría así”; cuando no logramos convencernos a nosotros mismos de la utilidad de lo que hacemos, necesitamos una mano sobre el hombro que nos lo diga. Ralph solo necesitó una pequeña niña. “No necesito una medalla porque si le agrado a esa pequeñaja, tan malo no puedo ser”.