lunes, 27 de enero de 2014

¡Ño, que frío!


por Jorge de Armas
 
Santiago de Compostela, verano del dos mil y pico.

Es agosto, y hay como unos 11 grados.  La noche es fresca, Una llovizna terca intenta impedir que las quinientas personas que estamos en la Plaza de la Quintana disfrutemos de Paquito D´Rivera.

Sobre las nueve y algo, el saxofonista sale y mira al público que no se mueve, se ajusta la bufanda y dice:
-          Como decimo lo cubano ¡Ño, que frío!

El recital debió empezar sobre las ocho, le queda poco tiempo, a las diez, en el Obradoiro, justo al lado, Joaquín Sabina regala su voz y sus nostalgias a miles de mortales entregados.

Paquito, desde la tarima, clarinete en mano, saluda, con acento más cubano si cabe en esas condiciones, y provoca aplausos de todas partes. Pregunta “¿Aquí hay mucho cubano no?” y todos, creo que todos, siendo cubanos o no, de alguna manera nos reconocimos y gritamos.  Con el clarinete, ejecuta los primeros compases del Himno de Bayamo, y entre el frío y la emoción, los cubanos, todos, esa noche gélida, entramos en calor.

Entonces entra Michel Camilo, llueve un poco más fuerte, y se sienta en el piano y empieza a tocar maravillas, Paquito pone cara de susto, y lo sigue, y así pasan unos veinte minutos donde la magia de la música detuvo la lluvia, el frio, y alimento mil recuerdos. Michel descargaba montunos inventados y Paquito reconstruía la verdad de mi música.

-          Esto no estaba preparado – dice el cubano.
-          Ni falta que nos hace – responde el dominicano.

Y Paquito empieza a hablar, hace chistes de Álvarez Guedes, algunos gallegos no entienden por qué los cubanos nos cagábamos de risa. Una pieza más, esta vez corta, pero especial, este dúo, en menos de media hora, regaló sentimiento, y ante eso, a los humanos sólo nos queda agradecer.

Cuando decidimos vivir fuera de la Isla, hay momentos en los que olvidas quién eres, o cómo has sido, y corres el riesgo de perderte. Pero hay ángeles que te devuelven a lo que nunca dejaste de ser.  Paquito D´Rivera es uno de ellos, tiene el don, la magia, desde su arte inmenso, de devolverte la cubanía.


(Ayer Paquito D´Rivera obtuvo su quinto Grammy, por el D’Rivera rivera recibió el premio al Mejor Album de Jazz Latino por Song for Maura, realizado en colaboración con el trío brasileño Corrente)

viernes, 24 de enero de 2014

Música lejana (fragmento de Los Muertos). James Joyce (#ViernesDePoesía)


Para dos D., la que me lo regaló y la que recordé al leerlo

Esto es un poema que está escondido en Los Muertos, un relato de Joyce, perteneciente al libro Dublineses. Aquí se los dejo.

"Gabriel no había seguido a los demás hasta la·puerta. Se mantenía en una parte obscura del vestíbulo, mirando hacia arriba de la escalera. Una mujer estaba en el primer descanso. también en la sombra. No distinguía su cara, pero veía los cuadros color ladrillo y salmón de su falda, que, en la sombra, parecían negrosy blancos. Era su mujer. Se apoyaba en la baranda escuchando algo. Gabriel, sorprendido de su inmovilidad, también prestaba oído. Pero no llegaba a oír nada, sino el ruido de las risas y de las discusiones en las gradas de la puerta, algunos acordes aislados del piano y algunas notas emitidas por una voz de hombre. 

"
Gabriel se mantuvo quieto en la obscuridad del vestíbulo, esforzándose por reconocer la tonada que cantaba la voz, alzando los ojos hacia su mujer. En su actitud había gracia y misterio, como si simbolizara algo. Gabriel se preguntaba qué podía simbolizar una mujer que se mantiene en la sombra, en una escalera, escuchando una música lejana. Si hubiera sido pintor, la .habría pintado así. Su sombrero de fieltro azul daría valor al reflejo bronceado de sus cabellos sobre el fondo negro, y los paneles obscuros de su falda harían resaltar los paneles claros. Música lejana seria el título que él daría al cuadro ... si fuera pintor."

sábado, 18 de enero de 2014

All about "Her"


por Raúl Reyes Mancebo

“¿Crees que soy raro por enamorarme de mi sistema operativo?” “Todo el que se enamora es raro”. Así, sin concesiones entre humanos y otros seres, se nos presenta “Her”, la cuarta película de Spike Jonze, una devastadora – y a la vez vivificante - ópera de amor, soledad y nostalgia.

En Los Ángeles de un futuro mucho más cercano que nuestro pasado, en el que todos usan pantalones cómicos y dependen de sus innumerables equipos electrónicos, Theodore, quien escribe (dicta) postales hermosas para extraños, vive una vida de profunda soledad hasta que cae rendido (y nadie podrá culparlo) ante Samantha, su nuevo OS inteligente.

Muchísimas películas podrían tener una sinopsis así y ser completamente diferentes. Desde comedias absurdas hasta dramas anti-tecnología. Pero la versión de Spike Jonze es fabulosamente madura y mágica.

Esta no es una película de odio en la que las computadoras son el enemigo: el enemigo siempre hemos sido nosotros mismos y nos hemos refugiado en ellas para evitar seguir hablando entre nosotros y seguir haciéndonos daño. No es su culpa: es la nuestra. Siempre lo ha sido. Pero eso no quiere decir que seamos malos. Solo somos – y esto lo comprobamos dolorosamente al final de “Her” – inferiores. Pero hay esperanza… Confiesen, ¿cuándo fue la última vez que una película les recordó todas esas cosas?

La plasticidad del filme, con todos esos colores pasteles, esos grandes edificios que sin embargo parecen vacíos (filmados en Shanghái), esa nostalgia por todas partes y la soledad aguda de sus personajes, me hicieron pensar mucho en “Lost in Translation” (lo cual no creo que sea una casualidad: Spike Jonze es el ex-esposo de Sofia Coppola y Scarlett Johansson trabaja en las dos).

¿Cuándo fue la última vez que vimos a Joaquín Phoenix reír? Hace mucho. Pero aquí lo hace, así que le perdonamos su controvertido pasado y acogemos a su Theodore inmediatamente como nuestro héroe y nuestro amigo, el que queremos denodadamente que sea feliz. Scarlett Johansson es impecable como Samantha, a la que nunca vemos pero de la que también nos enamoramos con su honestidad, ingenuidad, y vulnerabilidad (“a veces temo que mis sentimientos sean programados”). Amy Adams está en todo y en todo está bien. Rooney Mara, Olivia Wilde y Kristen Wiig como la hilarante voz de “Sexy Kitten” (en esta película uno se ríe mucho, no se dejen llevar por mi nostálgica reseña”) completan el excelente elenco.

“Her” no se permite un estereotipo. Uno lo espera todo el tiempo, pero nunca viene. Ni estereotipos cinematográficos, ni amorosos, ni de soledades, ni de tecnologías. Es una película original desde el inicio hasta el final. Sin embargo, es una película brutalmente real. Y nos deja tristes, pero nos hace buscar con la vista a la persona más cercana de nosotros en el cine, a la cual no habíamos notado al entrar, y sonreírle. Y, sin odiar a nuestras computadoras o teléfonos, nos volvemos mejores seres humanos. Y todo gracias a “Her”.

viernes, 17 de enero de 2014

Piedra, Hoja, Pez, País (fragmento) #ViernesDePoesía



Piedra

El ancla de mi cuerpo está hecha de un fragmento de montaña de mi pueblo natal, un trozo de eternidad arrancado al tiempo que me ayuda a no perder el rumbo. El ancla de mi cuerpo tiene una curiosa forma de mujer, y donde van los ojos está la entrada a otro mundo, un mundo en el que nunca amanece del todo, y las lechuzas viven en las casas y la gente no es cobarde ni malagradecida. Según la luz del sol, las ganas, el color de las gaviotas, los estados de ánimo y los estados del tiempo el ancla de mi cuerpo gana o pierde densidad. Sucede así que hay días en los que no me muevo un centímetro en esa larga recta que llaman mar- o vida, depende de a quién se pregunte. Sucede así que hay días que navego en contra de mi voluntad -que al final son los mejores días porque me recuerdan que dejarse llevar, si se conoce el destino, es la manera de convertir los lugares comunes en templos de la sorpresa-. Esto ocurre a veces, y son días deliciosos y locos, pero el resto del tiempo navego seguro. El ancla de mi cuerpo, con forma de mujer, es mi camino al sueño, mi resguardo contra las tormentas, mi amuleto de la felicidad, una piedra de mi pueblo natal que me salva de todos los miedos.

lunes, 13 de enero de 2014

Cuentos para niños malos

A finales de año encontramos este tremendo texto de Santiago Roncagliolo que deberíamos enmarcar y recordar siempre que nos toque educar a un niño. Mi hija leerá a Lewis Carrol, y a Roald Dahl, y a Perrault sin censura. Y hará las preguntas adecuadas.

por Santiago Roncagliolo
Esta Navidad pienso regalar cuentos infantiles. Pero sólo cuentos políticamente incorrectos.
Mi autor infantil favorito, Roald Dahl, es uno de los más irreverentes. Su cuento Matilda, con el que Danny DeVito hizo una película, es un alegato contra la familia y el colegio. El padre de Matilda es repulsivo. Odia la lectura y ama la televisión. Se dedica a las estafas de poca monta. Y cuando tiene que huir de la policía, no le importa abandonar a su hija. Pero mucho peor es la directora de la escuela, la temible señorita Trunchbull, que simplemente odia a los niños y dedica su institución a torturarlos.
Otro cuento de Dahl, Las brujas, aterrorizaría a cualquier chico, y a muchos de sus padres. Las brujas son calvas, tienen garras en vez de manos, y se organizan en un siniestro sindicato internacional para eliminar a los niños de la faz de la tierra. Y en el más popular de sus libros, Charlie y la fábrica de chocolate, Dahl pinta castigos horrendos e irreversibles para los niños que se portan mal.
Los autores de libros infantiles sabemos que hoy día no se puede escribir nada de esto. Los editores están en guardia contra cualquier sospecha de valores inadecuados. Los libros infantiles no son considerados objetos de placer o entretenimiento, sino modelos de conducta. Las familias descritas deben ser agradables, y las profesoras, atentas. Los niños no deben recibir castigos, sino aprender la lección mediante el diálogo. Y los malos tienen que perder miserablemente, aunque sin violencia.
Todos esos principios son muy loables, pero pueden producir libros aburridos. Por el contrario, a lo largo de la historia, los cuentos infantiles han sido bastante irreverentes, incluso crueles. Pulgarcito, por ejemplo, debe ser la pesadilla de un educador. Sus padres lo abandonan en medio del bosque para no tener que alimentarlo, y él engaña al ogro para que decapite a su vez a sus propios hijos. Finalmente, Pulgarcito le roba sus tesoros al ogro. Y sólo gracias al botín, sus padres lo vuelven a recibir en casa, porque el niño ya sale rentable.
Con notable frecuencia, estos cuentos son censurados y reescritos. Hace un par de años compré un ejemplar en el que Pulgarcito no era abandonado, sino que se perdía en el bosque. Por su parte, el ogro no tenía familia y moría por accidente. Así, el botín de Pulgarcito ya no era producto de un robo, sino, digamos, de haberse encontrado un tesoro sin dueño tirado por ahí.
Pero los “malos ejemplos” están por todas partes: ¿Qué hacemos con la bruja antropófaga que muere quemada en Hansel y Gretel? Podríamos ponerla vegetariana, y matarla de una neumonía. ¿Y los valores sexistas de los cuentos de princesas? Quizá en vez de princesas deberíamos poner ejecutivas de transnacionales. ¿Y qué hay del prejuicio contra las familias modernas en Cenicienta? A lo mejor, en vez de madrastra, la mala debe ser “una amiga de la familia”. Así nos aseguraríamos de transmitir valores sanos… Y cuentos insoportables.
Pensemos qué pasaría en la gran literatura si tuviese que limitarse a las lecciones edificantes. A lo mejor debemos cambiar al pederasta de Lolitapor una tía cariñosa. Y darle a Madame Bovary una vida sexual sana y satisfactoria. Y en vez del ejecutivo asesino en serie de American psycho, tendríamos que poner a un jardinero macrobiótico. ¿Absurdo? ¿Y por qué no es absurdo con los niños? ¿No confiamos en ellos?
No. No confiamos en nosotros mismos.
El férreo control de contenidos editoriales infantiles no protege a los niños, sino a los padres. Tenemos miedo de las preguntas incómodas. Nos asusta ser incapaces de explicar por qué esos padres abandonan a sus hijos o esas madrastras son malas (aunque durante siglos ha bastado la frase “porque es un cuento, hijo”). En suma, tenemos miedo de hablar con nuestros propios hijos. Pero precisamente para eso se hacen los libros: para pensar, imaginar y discutir.
Si eliminamos de los libros todo lo que nos parezca inapropiado, no salvaremos a nuestros hijos de las malas ideas. Al contrario, los volveremos incapaces de reconocerlas. Lo que sí lograremos es que los chicos abandonen la lectura y se entreguen a la PlayStation, donde pueden matar a un montón de gente sin que nadie se queje.

(Tomado de El País)

viernes, 10 de enero de 2014

Leonard Cohen, el poeta (#ViernesDePoesía)



Hoy no es un buen día, aunque pudiera serlo por un montón de razones complicadamente sencillas. Pero nada, volviendo del letargo del 2013, unos poemas sueltos de Leonard Cohen que anda siempre con un ánimo muy parecido a este que tengo ahora mismo. A la salud de ustedes. Feliz año nuevo.

6. Me gustaría leer
uno de los poemas
que me arrastraron a la poesía.
No recuerdo ni una sola línea,
ni siquiera sé dónde buscar.
Lo mismo
me ha pasado con el dinero,
las mujeres y las charlas a última hora de la tarde.
Dónde están los poemas
que me alejaron
de todo lo que amaba
para llegar a donde estoy
desnudo con la idea de encontrarte.

15.  Has gemido alguna vez debajo de mí,
               Virgen de la Amnesia.
        He olvidado si te rendiste
                              y
déjame ser tu flamante juguete nuevo.
                     Soy el primero
en usar tus grilletes como si fueran
                        pulseras,
    espía y traidor número uno
en los campos del cuarto de la pensión.

27. Dejé a una mujer esperándome.
Me encontré con ella algún tiempo después;
me dijo: Tus ojos están muertos.
Qué es lo que te ha pasado, mi amante.

Y como me hablaba con la verdad
traté de contestarle de igual forma.
Lo que le haya pasado a mis ojos
le ha pasado a tu belleza.

Vete a dormir, mi fiel esposa,
le dije con cierta crueldad.
Lo que le haya pasado a mis ojos
le ha pasado a tu belleza.

68. Dejé que tu mente entrara en mí
por culpa de la soledad.
Fui un hogar para tu visión.
Pero no podría serlo dos veces.
No pises tu sombra,
no pises mi escoba.
Yo mantendré tu sombra limpia.

71. Encerraron a un hombre
que quería dirigir el mundo.
Los muy idiotas
encerraron al que no era.