viernes, 7 de febrero de 2014

De distancias, poemas de Tamara Velázquez



I

Se fue cuando el mar dejo mi Habana,
que no será la misma sin su risa.
Espero se lleve mejores fotos
que las olas derrumbando mis peldaños.
Cansada de subir las escaleras
para rodar dos pasos más lejos de ti,
me bajo de ese tren que fue lo nuestro
y le pongo una Línea de aguas
como fecha de vuelo.
Apuesto a próximos ciclones
sin ansias de ganar este partido.
Quisiera que el malecón penetre
otra vez
y te traiga de vuelta  a la Habana que te llora.
Para que las muchachas de mi edad
recuerden el cuento de lo que pasaba antes.
No se cómo pudo dejar los adoquines…
Pero le debo el retornar de mis Valkirias.



II

Tengo un pacto secreto con la Habana,
ella te espera,
y yo me escondo en sus calles
para sorprenderte cuando regreses.
Te cuento mi plan
porque sé no me podrás hallar desde tan lejos,
pues me escondo bien entre los muros
y me percibo una mas en la flora citadina.
Habana me prometió,
ella también es mi novia,
hacerte volver y no dejarme ir.
Yo le creo.
Lo juró por Mar
que antier se le vino encima
para hacerle el amor públicamente.




III

Siempre que decido matarte
te dibujo.
Hay un paisaje
entre tu boca y tu tráquea
que borro con la punta de mis dedos.
Yo sentada una vez más
al borde tu abismo
ahora que sus ojos caminan
por Europa y su tez se pone pálida.
¿Me aprovecho?
Entonces descubro a Lucy
lamiendo mis heridas otra vez.



IV

Loca de atar
yo por atarme a tus brazos
atados a los brazos de ella…
La Situación
“…El plan económico de este año
promete un aumento en
el producto interno bruto…”
Entiéndase disminución de intelectuales
por metro cuadrado…
“Y en el renglón de exportación principal del país”,
La Distancia
Yo otra vez loca
de cordura por decirte que te amo
tan racionalmente
que no quiero que vuelvas…
Tú atado a las alas del
Ansiado edificio con alas…
Y mis pies en tierra
¿firme?
queriendo ser tu último vuelo.
¡Din! ¡Don!
Ultima llamada para los pasajeros del vuelo
con destino a :
el sueño detrás de una ventanilla,
yo una vez más
tras la línea roja de los que no pueden cruzar.



V

4 3 7.
4: 35pm
Otra vez me tocó perder
en el sorteo de la distancia

Grabado no. 1




Pedaleo entre las cuadras de un barrio de mi infancia buscando un cementerio
me pierdo en pasajes, trillos,
cruzo puentes que no recuerdo
esquivo con precisión milimétrica los autos con que me tropiezo.

En los ojos de los choferes distingo asombro y odio a partes iguales
asombro de verse sobrepasados por un tipo flaco casi invisible montado en un bicicleta
que ni sabe a dónde va
odio de ceder el paso a otro que llegará primero
otro que se tomará su agua fresca
y le hará el amor a su mujer
y sus hijos le dirán papá.
Pero esos choferes no saben nada no entienden
que yo solo estoy pedaleando para hallar un cementerio
aunque no sepa exactamente por qué
¿Se habrá muerto mi padre
habré perdido esa última conexión con mi otro continente
y ni siquiera me di cuenta?
¿Qué me espera en ese otro barrio,
una multitud de caras severas
una procesión de dolor ajeno
que nunca
-por más que lo intento-
puedo compartir?

Freno ante un árbol que ha nacido en medio de una callejuela
el árbol ocupa todo el espacio
como si alguien se hubiese propuesto dominar el mundo desde él
o cuando menos eliminar cualquier rastro de calle.
En una rama descubro sentada a una muchacha
le pregunto por el cementerio y no responde.
Bajo de la bicicleta e intento trepar al árbol
la piel del árbol tiene la textura de la carne podrida
de las pesadillas
resbalo diecinueve veces pero lo consigo a la veinte
le pregunto por el cementerio a la muchacha del árbol y no responde
venciendo el asco me deslizo por la rama y toco su hombro
Mi mano queda adherida a una masa viscosa
que alguna vez fue un cuerpo
y hoy no es más que una ilusión para distraer a ciclistas perdidos.
Aquí no hallaré respuestas.

Monto mi bicicleta y sigo buscando
atravieso avenidas, callejones sin salida ni gente,
otros cementerios o lugares que parecen cementerios que no son el que busco.

Subo hasta la loma más alta con la esperanza
de distinguir una cruz reveladora
un osario epifánica
una puerta inconfundible.
Pero en este barrio ya nada me habla
las señales han sido escritas por otras manos para otros ojos
todo se me confunde
y se me borra
y se me escapa.

Sigo pedaleando sin rumbo pero con destino,
como la flecha lanzada por el ciego,
que viaja más movida por la fe que por la fuerza de su brazo.
En alguna parte de este barrio
un muerto clama por mí.
Vedado, 28 de enero de 2014