miércoles, 30 de octubre de 2013

La caza: algo sigue podrido en Dinamarca

por Julio Martínez Molina
 
Sin dudas, uno de los realizadores contemporáneos más provocadores, inquietantes -e incómodos para cierto público de estómago acomodaticio- es el danés Thomas Vinterberg, cofundador junto a su coterráneo Lars von Trier del otrora célebre y hoy olvidado Movimiento Dogma 95, corriente propugnadora de cero artificios y renuncia absoluta en la construcción del relato de mecanismos históricos de la puesta en pantalla: entelequias impropias para un arte de representación como el cine que condujeron a autoneutralizar dicha tendencia.

Así y todo, dentro del Dogma 95, Vinterberg filmó aquella excepcional obra titulada Celebración, de 1998, cuya célebre catártica cena familiar, donde afloraban las violaciones paternas y las constantes humillaciones de un clan sometido a la más oprobiosa desintegración moral, ha inspirado a cierto cine europeo; sobre todo a varios reconocidos títulos griegos de última generación.
Si bien menos crudo que en Celebración, el creador de Submarino vuelve al tema de la pederastia en La caza, de 2012. No obstante, ahora Lucas, el profesor del jardín de infantes acusado de pedofilia, es uno de esos falsos culpables a los cuales el séptimo arte nos acostumbró desde Fritz Lang hasta Alfred Hitchcock. Vinterberg, también coguionista, juega con la premisa básica de que el espectador es el único que en realidad está consciente de la inocencia del hombre. No así el resto de sus colegas en la guardería, ni quienes hasta ayer eran sus mejores amigos, incluido Theo, el más próximo de ellos y padre de la niña con la que supuestamente cometió un acto exhibicionista. Hecho en verdad generado de la fantasía de la pequeña Clara y, probablemente, de ciertas circunstancias familiares sobre las cuales el guion solo apunta indicios muy abiertos, mas no por ellos menos desasosegantes. 
Vinterberg explora en este inteligente, detallista y contenido filme la capacidad de reacción del ser humano para anteponer su costado animal a la posibilidad del raciocinio ante la sospecha menos fundada. Lucas, excelentemente defendido por el actor danés Mads Mikkelsen, ganador del premio al mejor intérprete en el Festival de Cannes 2012, cae presa de la cacería del título, blanco de una espiral de desprecio, elusión y violencia, de la cual intenta emerger mediante la fuerza moral de su inocencia. Pero le resulta bien difícil, debido a la tozudez de la gente del pueblo, proclive a dejarse llevar por las apariencias, reacia a interpretar los hechos e incluso a dejar hablar a la niña. En toda la madeja de malentendidos obra también no poco de maldad e ignorancia combinadas, desde el mal proceder de la directora de la guardería hasta el psicólogo infantil encargado de valorar el caso.
Consagrada por la Declaración Universal de Derechos Humanos, la presunción de inocencia debe estar garantizada en todo proceso judicial; sin embargo pocos creen en la de Lucas, no sea su hijo y algún amigo. En medio de la histeria colectiva, la turba se abalanza sobre la fiera herida, sin siquiera sopesar el concepto de duda razonable ni valorar su definitiva absolución por la ley. De presuntas familias modélicas surgen seres inquisitoriales e intolerantes, cuyo torrente sanguíneo irriga la hipocresía, quienes nunca aceptarán al imputado, no obstante eximirlo de culpas la justicia. El disparo final al personaje central en medio de la simbólica caza del ciervo lo refrenda. Con ello Vinterberg confirma, una vez más en la pantalla de estas latitudes, que algo sigue podrido en Dinamarca. Siglos después de Hamlet, de dicho aparente remanso de bienestar -conjuntamente con Noruega, Holanda y Suecia-, están surgiendo películas muy turbadoras sobre la descomposición moral del género humano, marcadas por un pesimismo desesperanzador sobre las relaciones de la especie. La caza es una muestra elocuente de ello.  
No le falta razón al científico social Jaime Richart cuando sostiene que "La caza es una película que expresa a la perfección esa lacra de sociedades donde han dominado por los siglos de los siglos la ortopedia e hipocresía propiciadas por una interpretación tremendista de los textos sagrados judeocristianos, por la obsesión del sexo reprimido y por la tendencia a la difamación”. Vinterberg prosigue gestionando el rayos X cinematográfico más certero de una disfuncionalidad secular.

(Tomado de La viña de los Lumière)

jueves, 24 de octubre de 2013

Con (sin titulo)


Mascha Kaleko


Para Rafa

Con las carnes abiertas en agua salada,
Con las salivas intercambiadas de las especies,
Con los gritos de la fiesta dentro,
Con las uñas sangrantes
Con los huérfanos
Con las camas vacías y las sábanas intactas
Con la carga
Y el silencio del que sabe
Y no dice nada.
Con una moneda bajo la lengua

Para pagar el viaje.


CR.

lunes, 21 de octubre de 2013

La cosa: noticia de última hora

Por Nelson González Breijo


Un equipo multifacético del Plantel Universitario Ñeco Talón (PUÑETA) ―espacio académico de dudosa reputación, sin referencias en Wikipedia ni en alguna otra publicación conocida― dio a conocer su desconcierto luego de analizar a fondo la película ¿Qué cosa? (Juan Carlos Travieso, 2013).   

Las demandas de los catedráticos apuntan, sobre todo, a la manera en que el audiovisual aborda su tema central. “Daba pena la reacción de los espectadores en el cine, hubo quien no paró de reír… y ya sabemos que ‘la cosa’ en Cuba pude ser algo serio, complejo. Más de una vez ha sido clasificado como asunto de seguridad nacional”, comentó el Dr. Máximo Cosero, jefe de los investigadores.

Con una estética expositiva de representación documental, el filme revela algunas de las infinitas y escurridizas acepciones que puede agenciarse el vocablo “cosa” y, como quien no quiere las… o sea, de refilón, se acerca a la realidad cubana de los años 90 y del presente en voz de sus protagonistas.

Cosero comentó que estuvo pendiente de este audiovisual desde el instante en que supo de su realización: “el tema, además de constituir para mí un interés personal, ha sido una línea investigativa de PUÑETA por innumerables años”.

Un poema popular interpretado en off por el actor Miguel Moreno, más conocido por el público cubano como “La llave” ―personaje humorístico del espacio televisivo Deja que yo te cuente―, sirve de hilo conductor a lo largo de casi 14 minutos de audiovisual que intentan desentrañar el camaleónico significado de la palabra en cuestión, por más enrevesada que parezca la cosa.  

Sonidos, carteles, personajes de la cotidianidad y hasta los propios entrevistados se emplean como pequeñas cuñas que intervienen para dinamizar el ritmo de los diálogos. El montaje, además de vertiginoso, se antoja punzante y perspicaz; travieso, podría decirse. Aunque a veces la crítica social llega tarde, o se reitera en demasía algún que otro recurso visual.

Entretanto, la Dra. Eva Cosilla, profesora titular e integrante del equipo académico de PUÑETA, planteó su inconformidad con el tratamiento de la imagen de la mujer. “A lo mejor no se publica esto, pero debo decirlo: yo no sé cuántas veces los traseros de las cubanas llenaron la pantalla, ¿acaso nosotras no tenemos otra cosa que mostrar?”.

Destaca en el audiovisual el uso de la música. Además de las composiciones del trovador Tony Ávila, se escuchan temas de Van Van, Habana Abierta, Liuba María Hevia, Cesar Pedroso, Adalberto Álvarez, Jorge García y Síntesis, entre otros que armonizan en el diario del cubano y contribuyen a crear una atmosfera costumbrista apropiada para el tono de la historia.

No obstante, Máximo Cosero señala como debilidad del documental la selección de los entrevistados: “Pasean ante la cámara personajes de todo tipo, hasta hay un espacito para otros académicos y nosotros, los de PUÑETA, que somos los especialistas de verdad, no salimos ni en los créditos”.

“Eso sí ―agregó el jefe de los académicos―, reconocemos que el director ha sabido llegar a una conclusión compleja, que resume varios años de trabajo de nuestra institución: La cosa puede ser lo que alegre, lo que duela, lo que moleste, lo que motive; lo que haga odiar, rabiar, luchar, crecer, seguir; en fin, lo que cada cual descubra en la palabra”.

“Lo primordial ―finalizó la Dra. Cosilla― es que, para alcanzar lo que queremos, hay que hacer de todo, cualquier cosa menos sentarnos a esperar.”

(Tomado de Cubacine)

lunes, 14 de octubre de 2013

breve tratado vagabundo sobre los besos (fragmento de Ironweed)





 “Dos horas después estaban sentados entre dos estibas de tablones de Kibee, donde nadie pudiera verlos, y Francis le decía unas ternezas que se había jurado a sí mismo no decir en la vida.
“Y entonces se besaron.
“No fue entonces sino horas o tal vez días después cuando Francis comparó aquel beso con el primero de Katrina y los encontró tan distintos como los gatos y los perros. Ahora, al recordar los dos besos mientras miraba a Annie con sus dientes postizos, descubrió que un beso puede expresar un modo de vida lo mismo que una sonrisa o una mano llena de cicatrices. Los besos vienen de abajo o de arriba. Unas veces vienen de la cabeza, otras del corazón y otras vienen, sencillamente, del vientre. Los besos que se extinguen poco a poco vienen del corazón y dejan un sabor dulce.  Los besos que vienen de la cabeza tratan de poner las cosas en claro dentro de la boca del otro, y esos apenas cuentan. Y los besos del vientre y de la boca al mismo tiempo, tal vez con una pizca de corazón, como los de Katrina, bueno, son besos que pueden volverte loco para toda la vida.
“Pero un día te encuentras con un tornado como aquel que te pilló entre los tablones de Kibee, salido de la cabeza, del corazón y del vientre, y de esas manos que se te enredan en el pelo, y de esos pechos que todavía no se han hinchado, y de la presión de esos brazos, y del tiempo mismo, que te dice lo que eso puede durar sin que empieces a aburrirte ni por asomo, como te aburrías años después al besarlas a todas menos a Helen, y de unos dedos (Katrina tenía dedos como aquellos) que te palpan el rostro y el cuello, y del contacto de sus hombros en tus manos, y de esos huesitos que se le asoman en la espalda, como alas de ángel, y de esos ojos que se abren y se cierran una y otra vez, para asegurarse de que esto está pasando de verdad, que no lo estás soñando, y, una vez que lo ha comprobado, pues muy bien, y vuelve a cerrarlos, y de esa lengua, qué bárbara, la lengua, vas a tener que preguntarle dónde ha aprendido todo esto, porque nadie lo hace así más que Katrina, que está casada y tiene un hijo y puede saber, pero Annie, maldita sea, Annie, de dónde lo sacas, o es que vienes a menudo a los tablones (No, no, no, ya sé que no, que tú, eso nunca) y, por lo tanto, es algo natural que en una mujer como Annieel beso brote de todas las partes del cuerpo, y más de esa boca llena de dientes nuevos que Francis está mirando ahora, que tiene los mismos labios que Francis recuerda, pero que él ya no quiere besar salvo con la memoria (aunque eso podría estar sujeto a revisión), y ve como, mucho más allá de la boca, una zona primaria del ser de aquella mujer, una zona que lo hace evocar el recuerdo, no ya de años, sino de décadas o más, recuerdo de épocas, eones, que lo hace comprende que donde quiera que él haya estado con una mujer y sentido aquello, ya fuera en una cueva, en una choza, o en un aserradero de North Albany, él y ella, los dos, sabrían que en cada uno había algo que tenía que dejar de ser uno para ser dos, que tenía que jurar que nunca podría haber otra (como nunca la hubo, en realidad), y que habría lealtad y sumisión y fidelidad y todas esas zarandajas con las que la gente se devana los sesos cuando lo que están diciendo no tiene nada que ver con lo temporal sino con el descubrimiento simultáneo de la pareja eterna, pues bien, entonces, señor mío, entonces los dos, Francis y Annie, y los Francis y las Annies de cualquier época, sabrían en aquel preciso instante que entre ellos había algo que dejar de ser dos para hacerse uno.
“Esta fue la revelación de aquel beso.
“Francis y Annie se casaron un mes y medio después.
“Katrina, yo siempre te querré.
“Pero el caso es que se ha presentado algo”
John Kennedy, Ironweed

viernes, 11 de octubre de 2013

Leyenda (el Silvio en #ViernesDePoesía)


Al amanecer,
algunos ojos ya eran de la oscuridad
y huyeron hacia las tinieblas del ayer
con un puñado de semillas por sembrar,
con un puñado de promesas por crecer
y amar.

Pero salió el sol
y se elevó sobre la tierra siempre más
secando el frío nocturnal, dando calor,
regocijando al mundo con su prodigar,
irguiendo al viento un poderoso corazón
de amar.

Y su luz subió
saltando las montañas, traspasando el mar,
regando el mundo con su cálida verdad,
su cálida razón, esparciendo la claridad
como una estación.

Era bello el sol
que se elevaba sobre el mundo siempre más,
con su destierro de nevadas, su canción,
su semillero en jubiloso despertar,
erguido al viento el poderoso corazón
de amar.

Y su luz llegó
al reino oscuro a las torres del ayer,
y la simiente arrebatada de su amor
sintióse renacer al contacto de su calor
y de su quehacer.

Luego al final,
a la hora en que se suponía atardecer,
sintieron que la luz quedó en su respirar
como una sangre de la atmósfera, un poder,
un pacto eterno con la claridad solar,
con ser.

lunes, 7 de octubre de 2013

Cuarón se va al espacio

Gravity tiene conmocionado a medio pueblo. De Alaska a La Patagonia, todo aquel con acceso a un cine de estreno no para de hablar de otra cosa.Raúl Reyes Mancebo, nuestro pariente en Canadá más querido, ha soltado, sin meditarla demasiado, esta parrafada en su estado de Facebook. A la espera que nuestros diligentes amigos descarguen una buena copia en HD, o que nuestro proveedor de paquetes informativos más cercano pase por la casa, les dejamos esta reseña súbita (el término me lo acabo de inventar y me encanta). Con ustedes, Gravity by Raúl Reyes Mancebo.



Cada cierto tiempo el hombre necesita de una película que le recuerde la existencia de un lugar al que nunca podrá ir pero que le fascina por constitución: el cosmos. De ahí que muchos clásicos del séptimo arte se hayan desarrollado en la estratosfera. Con este empeño (el de devenir clásico) nos llega “Gravity”, de Alfonso Cuarón, la cual, a diferencia de sus predecesoras, nos presenta el espacio…en 3D (suena lógico, ¿no?).

Esta es la historia de una expedición espacial norteamericana que sufre un accidente a causa de residuos de un viejo satélite…ruso. Pero – y esto es lo más importante de Gravity – estamos en presencia de un espectáculo visual de primer orden. Y no de James Cameron o Steven Spielberg, sino de uno de nuestros realizadores latinoamericanos, de esos que nacen condenados a hacer otro tipo de cine (me siento orgulloso de Cuarón). Preparen los Oscars técnicos porque este filme se los llevará absolutamente todos (y quizás el de mejor Director, incluso). Y se los merece completamente. La primera escena es una joya. Más de 15 minutos (quizás más) en las que nos presentan a los personajes, el escenario y el conflicto, todo esto en una sola toma sin cortes y con unos efectos especiales de “¿cómo hicieron eso?”. Esto no es cine: es teatro. Pero teatro en el cosmos y en 3D (una joyita: esa escena es una joyita del cine mundial).

Gravity tiene una historia que no es mala sin llegar a ser excepcional tampoco. Pero intentemos rescatar lo mejor: en un mundo donde la gente se suicida por cosas extremadamente simples, me gusta ver las historias de otros con problemas bastante graves (tanto en el espacio como en sus casas terrestres) luchar denodadamente por algo por lo que se merece luchar: sus vidas.

Sandra Bullock, quien es the one-woman show de Gravity, interpreta bien su papel de mujer traumada que tiene que salvarse a sí misma. Pero sobre todo porque renuncia a su papel de siempre: Sandra Bullock (“soy linda, estoy buena, trabajé en Velocidad y haga lo que haga la gente va a ir a ver mis películas…soy Julia Roberts). Obviamente se tomó el trabajo esta vez de actuar, por lo cual le daremos una nominación al Oscar. Pero no exageremos tampoco: una actriz real hubiese hecho más cosas que ella (denle la oportunidad a Cate Blanchett de hacer ese papel y eso sí sería un Oscar seguro…esperen ¿Cate Blanchett no es ya el Oscar seguro este año?). Uno que sí no tiene perdón de Dios es George Clooney. Ese sí jamás se va a quitar su personaje de George Clooney de encima (“estoy lindo, estoy bueno, tengo el pelo blanco e incluso dirijo…soy Robert Redford). ¿Un galán de pacotilla en el espacio? Salvo amas de casa sin sexo, nadie necesita eso. Odié cada segundo que estuvo en escena y recé en secreto porque algún alien apareciera de pronto y lo matara. Estaba arruinando toda la película. Por supuesto, también lo nominarán al Oscar solo porque es George Clooney y tiene el pelo blanco.

Para recordarnos a otros clásicos del espacio, Ed Harris da la voz del comandante de “Houston” como hizo en Apollo 13, Sandra Bullock necesita escapar en una nave aparte como Sigourney Weaver 30 antes que ella e incluso utiliza un extintor como motor al igual que nuestro siempre querido Wall-E (eso sí es un clásico del cosmos). Olvidemos el maquillaje de Bullock, el cual nunca se cae (¿por qué una astronauta se pintaría los labios en primer lugar?) o el racismo (los chinos no pueden parecer serios: tienen que ser siempre alocados e histéricos) para poder apreciar mejor la película.

En balance general, Gravity es una buena película. Un poco “paquetera” en ocasiones pero esto solo la hace acercarse más a otros clásicos del género (si hay cosmos, tiene que haber “paquete”). ¿Un clásico del género? ¿Por qué no? Solo el tiempo lo dirá. ¿Un clásico de la innovación técnica del cine? Definitivamente. Sobre todo esa primera escena…

viernes, 4 de octubre de 2013

La policía secreta, Ken Smith (#ViernesDePoesía)


A Ken Smith lo descubrí por uno de los libros más imprescindibles -si es que existe tal cosa- de mi biblioteca. Un libro que compré por curiosidad y ha terminado anclado para siempre a un costado de mi cama. La compilación de un Festival de Poesía de La Habana hecha por la Editorial Sur, que dirige Alex Pausides, me abrió un par de puertas que visito con fruición. Smith es una de ellas. En realidad quería compartir "Poema para traducir", un texto bellísimo, que me retumba una y otra vez, pero no aparece por ninguna parte en internet y el libro se quedó en casa, así que los dejo con uno que tampoco está mal, y que si no les gusta tanto es mi culpa; la traducción es mía.

La Policía Secreta

Ellos están escuchando en los cables,
en las paredes, debajo de los aleros
en las alas de los vencejos,
en los oídos de las viejas,
en la boca de los niños.

Ellos están escuchando esto ahora.

Así que vamos a escuchar a la policía secreta,
una gran minoría incomprendida.
Después de todo, tienen sus derechos,
su particular modo de ver las cosas,
de decir las cosas, de cocinar cosas,
ellos también tienen una cultura exclusivamente suya.
          
          ;  Y creemos que

ellos deben tener su propio estado
donde puedan hablar sus propias
lenguas incomprensibles, escribir
sus confesiones, sus propias historias desconocidas,
cultivar sus hábitos de observación
mirándose los unos a los otros, y enarbolar
sus propias banderas allí, en posición de firmes
en el desfile en sus medallas en sus monumentos
en sus aniversarios secretos, hacer discursos,
cantar alabanzas al Dios de la Paranoia.
Y al final del día
enterrar sus muertos, publicarse esquelas codificadas
los unos a los otros, y descansar al menos
en su propia especie de paz, para siempre.

martes, 1 de octubre de 2013

Canción para Mariana

Guardarraya: 1. f. Ant. Linde de una heredad. 2. f. Cuba. Camino estrecho entre dos espacios cultivados, especialmente en un cañaveral, que permite el paso de personas, animales y vehículos y que sirve de línea divisoria en campos de cultivo.
"Los deseos no se eligen, nos toman al asalto"
Benjamín Prado


Nadie sabe cómo va a cruzarse con el misterio. Ahí, en el extremo derecho del blog, bien arriba, aparecen los seguidores que como cuentagotas va logrando ese intento por conjurar el bullicio, por hallar un espacio en el que se puedan conjugar nuestras dos patrias. Hace unos días se sumó Mariana, una cubana que el viento llevó hasta el límite del mundo y que en Oslo hace unos textos breves y gatunos, rotundamente personales. Desde que la encontré, ando adicto a sus letras, letras de una poesía cálida, que parecen hechas para combatir el frío del norte y de las que me apropio con un íntimo placer que hace tiempo no disfrutaba.

Sin apuro, como quien paladea un buen añejo mientras espera el atardecer en el Malecón, voy leyendo sus textos a ratos crónicas, a ratos cuentos, a ratos pensamientos libres, a ratos conversaciones que no logro desentrañar. En una carrera inversa, voy devorando recuperando inexorablemente el tiempo perdido hasta llegar a su blog. Juego a descubrir datos, pistas, piezas del puzzle que me ayuden a armar una silueta posible de Mariana. Sé que le gustan los gatos, Hemingway, el sexo, Nick Cave, el vino, los recuerdos, lo bue si bre si do ve bue, el café, el silencio (estos últimos son puro bluff, aún no he leído nada que lo confirme).  Así, un buen día –cercano por lo que veo; no paro de leerla– llegaré hasta el post primigenio, un post en el que seguramente hallaré una presentación que para entonces ya no me hará falta.


Mientras tanto, entre ocupación y ocupación (a veces faltando a ellas) me invento un pretexto para darme un salto hasta la guardarraya de la Siberia, ese lindero en el que me acurruco y leo, y pienso otra vez como Raúl Luis que el sitio existe, es hermoso.