viernes, 30 de agosto de 2013

Cavilaciones




I
Reaccioné torpemente
desvié mi atención hacia una izquierda descuidada
imprimí demasiada vivacidad
a un gesto que no debió pasar de mero guiño.

II
El pelo se sacude
cuando los caballos han terminado de alimentarse,
si no, se corre el riesgo
de teñir de púrpura los alimentos.

III
La sangre no llega al río
si se utilizan compresas,
por lo general es preferible un arroyo manchado
que una casa llena de gritos a destiempo.

IV
Nunca quise ser el mejor de mis hermanos
si acaso, pretendí tender un puente
entre la luna y el Malecón
con la secreta esperanza de ver bajar
la estrella colgada de una nube.

V
Amanecer contrito entre cuatro paredes
no es una opción para el amante;
primero derrumba a golpe de inventivas los ridículos límites.
Después de todo, las fronteras no son más
que el recurso de los que nos quieren dentro.

VI
¿Y si a pesar de todos mis esfuerzos
la noche no brilla con diamantes?
¿Es culpa de mi adormilada Lucy
o de tontos marinos ingleses
que se lanzaron a cruzar del universo?

VII
Su mano extendida niega cualquier tipo de rencor
su boca descansa expectante
atenta a los pronósticos del tiempo.
solo su sexo cerrado a cal y canto
me confiesa la ausencia del espíritu.

VIII
Empujar la puerta no es un acto despreocupado,
cuánta premeditación se acumula en el brazo estirado
en el sonoro impacto de la madera
cerrándose sobre sí misma,
cuánto de soberbia se aplaca
cuando se activa la barrera.

IX
Del otro lado quedan sofismas
y otros malos pensamientos
aquí
mis manos se intentan aferrar
al pecho de una muchacha que partió hace demasiado
y no tuvo tiempo de llevarse el cuerpo.
Y si entendemos cristianamente
que el cuerpo no es más que una triste figuración del espíritu
sabemos que estoy solo como un perro.

X
Pero hay que ver la de bromas
que nos gastamos aquel verano
en que decidimos dejar de jugar a ser niños
y comenzamos a morir.

XI
Los ladridos de los perros
aún retumban tras nuestras huellas
perseguidas quién sabe si por robar
o por no pedir.

XII
Prefiero pensar que mi sombra es otro poco de yo
y no un chiste que la luz refleja en el tokonoma.
Así, me gusta entablar intensos diálogos
con esa parte oscura de mí
interpretar sus estiradas y encogidas
como enrevesados discursos filosóficos
rellenos de complicadas metáforas y alegorías incomprensibles.
Termino tan agotado en estos encuentros
que he llegado a la conclusión
de que mi sombra es la erudita en esta pareja.

XIII
Nuestros nombres resonarán alguna vez
a la manera de los coros griegos
cargados de sentidas reflexiones
hondos pensamientos,
extenuados
incapaces de brindar una gota más de sudor

XV
Con suerte, no soñaré mañana con nada de esto.

lunes, 26 de agosto de 2013

Inquietud



A Cortázar, en su casi siglo
Podría enamorarme así, tan fácil,
un domingo cualquiera de nubes bajas y soledades de pequeñas sombras,
un domingo en el que convocar al desastre sonaría mejor que dejarse llevar por la brisa boba del fin de semana.

Podrían ser un par de brazos
delgados
sutiles
inquietantes
o unas piernas firmes como mis dudas
quizás una mirada o una sonrisa melancólica de esas que hacen soñar con el hasta siempre.

Podría tomarme una fracción de segundo o dos vidas
todo depende de los cruces, las señales,
de hacia qué lado van a amontonarse las hojas caídas de los árboles
de cuánto interés le ponga el destino a este asunto.

Pero, ¿para qué? –pregunto–
¿para qué alterar la calma de los domingos con un atajo de intentos?
¿para qué lamer la fría laja de la posibilidad?
¿qué sentido tiene agotar el infinito
habiendo tanto sol por disfrutar
tanto clima de pactos silenciosos y canciones ocultas?
¿para qué apostar por una cara de la moneda
habiendo tanta semana por delante?
Centro Habana, 25 de agosto de 2013 9.48 am

Rehenes ante la pantalla.



Después de un tiempo viendo cine, uno se acostumbra a conflicto superficiales en la pantalla tratados con mucha profundidad, la cual se traduce en toda una explicación de por qué nuestros protagonistas actúan de una manera determinada, y de paso malgastan buena parte del metraje. Son pocos los personajes con características per sé, quizás los villanos remalos sean la excepción, como al final de la jornada terminarán en la cuneta, a quién le importa su historia. Sí, hablo de un cine de entretenimiento y sin pretensiones, pero no tiene por qué ser sinónimos de idiotez y superfluidad.

The host, película coreana del 2006, está hecha ante todo para divertir, pero con los códigos revertidos: los momentos dramáticos son para desternillarnos de la risa, y los gags basados en la estupidez de un personaje nos congelan, y quedamos incapacitados para soltar la carcajada que sabemos toca en ese momento. Pero la sensación es espectacular, descubrir un tema tratado hasta la saciedad (monstruo mutante aterroriza a la ciudad) desde una visión diferente, con personajes llenos de conflictos y defectos y con apenas un puñado de virtudes, se agradece, porque uno se harta del militar americano (con pequeño cameo incluido) que todo lo resuelve gracias a sus cualidades (físicas, por lo general).

Pero para seguir ampliando el espectro de lo diferente, la historia de amor colocada sin lubricante en cada cinta de monstruos esta vez se queda en lo paternal. Un protagonista con retraso mental no puede enamorarse a lo Forrest Gump, necesita una motivación mayor para enfrentar a la bestia, para adjudicarse el enemigo de toda una ciudad para él solo: la vida de un hijo. Eso suena más lógico. Y el equipo que le acompaña no pueden ser sus colegas del barrio, sino una arquera de fama nacional, un universitario alcohólico y un anciano con paciencia inagotable: todo queda en el ámbito familiar.

Cuando al minuto cinco aparece el monstruo mutante del río Han, uno debe hacer una serie de concesiones características del género, pero eso es lo maravilloso del film, la gama de géneros entre los que se desplaza, y no me refiero a una escena o secuencia determinada. Por momentos la cinta se convierte en thriller, luego pasa a comedia para regresar con una carga dramática que vuelve a desarmarse con un gag, ahí radica su capacidad de sorprender. Entre esto y los giros inesperados del guion, uno termina agradeciendo la ruptura de la rutina catastrófica donde todos conocemos el resultado final antes de sentarnos ante la pantalla.
De paso, el director John-ho Bong, le guiña el ojo al entrometimiento norteamericano, a la pasividad de los gobiernos ante los momentos de crisis y a los maravillosos diseños de los engendros marinos con un pez con piernas e innumerables extremidades, tan bizarro como asimétrico.

Ahora, cuando uno quiere buscar qué es lo más importante de la cinta, personalmente pongo a un lado la maravillosa realización para lo que debió ser una obra de serie Z y el mero divertimento; me quedo con los personajes, con su fuerza interna y con sus diez mil defectos, con el concepto de familia para una muy disfuncional. Poner a un lado todo el resentimiento interno por amor, no en el sentido comercial, es motor suficiente para echar andar cualquier filme

viernes, 23 de agosto de 2013

Carta primera de Laura Bahía al director (fragmentos)



(...) Yo sé cosas. Cosas que a mi edad no debería saber, pero las sé con la minuciosa certeza con que otros reconocen las huellas de los pájaros.

La causa que yo sepa está por determinarse. Mi abuela no vio una mariposa entrar en la boca de un gato que bostezaba y no la vio salir después como por milagro. Si usted o yo creyéramos en el prodigio sería más fácil. Si viéramos señales donde hay azar sería más fácil. Si la pequeña herida que me hice cuando niña en la cabeza fuera un aviso, fuera una indicación de que yo no tengo en verdad veintiocho años sino ochenta y dos, entonces tendría motivos para saber. No tengo motivos y sin embargo yo conozco adónde van a parar los sueños que se sueñan despierto aunque a veces se tengan los ojos cerrados.


(...)

Usted quiere el temblor para sus sueños y yo he de darle el temblor pero también le voy a hacer preguntas. ¿Qué me dice,  pongamos, de la papiroflexia?
A lo mejor usted pasó por una vitrina donde había un manual de papiroflexia. Y se vio comprándolo. Y se vio convertido en una de esas personas que poseen el arte y la habilidad de dar un trozo de papel la figura de determinados objetos o seres. O acaso usted una buena mañana decidiera aprenderse los nombres de las plantas, las formas de las hojas de los árboles. Algunos lo consiguen. Algunos se convierten en hombres y mujeres serenísimos. Algunos, pero ni usted ni yo (...) No compre el manual o el libro de botánica. Confórmese con conocer los rudimentos del barco de papel y que los abetos tienen hojas aciculares. No llegará más lejos. Hace tiempo que hemos iniciado un camino sin esperanza.