viernes, 23 de agosto de 2013

Carta primera de Laura Bahía al director (fragmentos)



(...) Yo sé cosas. Cosas que a mi edad no debería saber, pero las sé con la minuciosa certeza con que otros reconocen las huellas de los pájaros.

La causa que yo sepa está por determinarse. Mi abuela no vio una mariposa entrar en la boca de un gato que bostezaba y no la vio salir después como por milagro. Si usted o yo creyéramos en el prodigio sería más fácil. Si viéramos señales donde hay azar sería más fácil. Si la pequeña herida que me hice cuando niña en la cabeza fuera un aviso, fuera una indicación de que yo no tengo en verdad veintiocho años sino ochenta y dos, entonces tendría motivos para saber. No tengo motivos y sin embargo yo conozco adónde van a parar los sueños que se sueñan despierto aunque a veces se tengan los ojos cerrados.


(...)

Usted quiere el temblor para sus sueños y yo he de darle el temblor pero también le voy a hacer preguntas. ¿Qué me dice,  pongamos, de la papiroflexia?
A lo mejor usted pasó por una vitrina donde había un manual de papiroflexia. Y se vio comprándolo. Y se vio convertido en una de esas personas que poseen el arte y la habilidad de dar un trozo de papel la figura de determinados objetos o seres. O acaso usted una buena mañana decidiera aprenderse los nombres de las plantas, las formas de las hojas de los árboles. Algunos lo consiguen. Algunos se convierten en hombres y mujeres serenísimos. Algunos, pero ni usted ni yo (...) No compre el manual o el libro de botánica. Confórmese con conocer los rudimentos del barco de papel y que los abetos tienen hojas aciculares. No llegará más lejos. Hace tiempo que hemos iniciado un camino sin esperanza.



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