lunes, 12 de agosto de 2013

Cuba libro, un oasis cultural en tiempos de egoísmo

¿Existe en la Habana un lugar en el que se pueda disfrutar de la lectura de Cormac MacCarthy y Chuck Palahniuk, acompañado de un café –o un té helado para estar más acorde con este calor de verano infernal– y de la música de The Allman Brothers Band, Yes y The Rolling Stones?

Hasta hace apenas unos días semejante conjunción no pasaría de ser un chiste peregrino, un espejismo producto de las altas temperaturas, pero desde el pasado sábado 3 de agosto es una realidad. “El sitio existe, es hermoso” dijo una vez el poeta Raúl Luis y la frase le viene como anillo al dedo a Cuba Libro, un proyecto que desde 24 y 19, en el Vedado capitalino, pretende lanzar una ambiciosa propuesta cultural que trasciende el tradicional café.

El lugar cuenta con una terraza –en la que cuelga una atrayente hamaca que hará las delicias de más de un visitante–  y un par de habitaciones habilitadas con mesas y sillas. Por todas partes se encuentran distribuidos libreros en los que Paulo Cohelo, Gabriel García Márquez, John Cotzee y Carson McCullers; The New Yorker, Rolling Stone y National Geographic se entremezclan sin complejos para satisfacer todos los gustos. A lo largo de las paredes cuelgan fotografías en blanco y negro de Alain Gutiérrez  con unos títulos sugerentes. En una esquina de una de las habitaciones, junto a un manojo de revistas descansa una cesta repleta de condones que tienen el doble atractivo de ser gratuitos y extranjeros.

“¿Está funcionando bien el wifi? ¡Miren el video que tenemos en Youtube, está buenísimo!”, bromea Conner Gorry, principal culpable de la creación de Cuba Libro, cuando descubre una laptop sobre la mesa. Afincada en Cuba desde hace 12 años, esta americana risueña y carismática me contó que todo comenzó hace un par de años, cuando una amiga le regaló un saco con más de treinta libros en inglés de los cuales quería deshacerse. “Soy escritora. Botar un libro es un crimen para mí”, comentó. Ese montón de libros fue el detonante para que poco a poco madurara la idea de un lugar donde se pudiera compartir la literatura y el arte, hables inglés o no. “Para muchos extranjeros, la idea de vacacionar está acompañada de la lectura de un libro, y aquí solo se consiguen fácilmente libros en inglés sobre política o historia.

“La idea fue crear un sitio acogedor, para promover el interés por la lectura y la cultura cubana, así como ofrecer una serie de servicios que el turista no suele tener aquí”. Así habla de su venta de tarjetas postales, con envío incluido; de la cartelera semanal con información cultural que espera preparar; de las exposiciones mensuales de pintura, fotografía, títeres en Cuba Libro –“empezamos con la de Alain, pero ya tenemos otro par más preparadas”-; de la venta de agua purificada ofrecida por cantidades, sin envase, buscando evitar el consumo de agua embotellada que a la larga crea “una montaña de plástico que daña al medio ambiente”.

Preocupada por la equidad, por la desigualdad que pueden crear en el país, las políticas de estímulo al sector privado, Conner piensa en soluciones que acerquen su propuesta a todos. “Tengo amigos que no podrían pagarse un café aquí, mientras que otros cubanos pudientes y extranjeros lo pueden encontrar muy barato. Por eso queremos hacer una biblioteca con préstamos externos, para evitar que el dinero sea una barrera para acercarse a Cuba Libro; de manera que los estudiantes que lo necesiten y los interesados por la literatura en lengua inglesa vean en este lugar un refugio.”

“Quiero que este sea un negocio éticamente responsable, en el que se paguen y se cobren los servicios con justicia y desde el que se promuevan valores positivos”, prosigue. “Los preparativos para armar el lugar duraron dos meses y fue todo en un ambiente muy colaborativo; por eso siempre digo que esto no es mío, sino nuestro: de los amigos que ayudaron a pintar, de los que nos regalan libros y plantas para la terraza, sobre todo de los jóvenes, que tienen que poder soñar. Espero que la gente traiga sus ideas y convertirlas en realidad entre nosotros, para nosotros”, me dice antes de seguir a atender a otro cliente.

Entre canciones conocidas y otras no tanto, entre la conversación amena y el influjo de las buenas vibras de Conner cae la noche en Cuba Libro. No sé qué pensarán mis amigos, pero conmigo ganaron un habitual. Al menos mientras me duren las páginas del ejemplar de The fight club que descubrí en cierto librero.

(Tomado de Oncuba)

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