Hace unos días supimos la noticia: Ramón Fernández Larrea había ganado el Premio Internacional de Poesía Gastón Baquero —que se convoca en la ciudad de Salamanca para autores españoles e hispanoamericanos— con el poemario Todos los cielos del cielo.
Fernández Larrea, además de poeta de larga duración, es también humorista y escritor para radio, televisión y cine. Muchos lo consideran uno de los más importantes, si no el más, de los poetas cubanos en la década del 80, y todavía en Cuba hay gente que se sigue pasando grabaciones de "El programa de Ramón", incluso gente joven que no conoció aquel famoso espacio en vivo. Después de marcharse al exilio a mitad de los 90, vivió en Canarias y en Barcelona. Actualmente reside en Miami.
Ha publicado, entre otros, los poemarios El pasado del cielo (que fue Premio Nacional de Poesía Julián del Casal en 1985 y se editó en 1987), Poemas para ponerse en la cabeza(Abril, La Habana, 1989), El libro de las instrucciones (Ciclos, La Habana, 1991), Manual de pasión (Universidad de Guadalajara, México, 1993), El libro de los salmos feroces(Extramuros, La Habana, 1995), Terneros que nunca mueran de rodillas (Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife, 1998), Cantar del tigre ciego (Arlequín, Guadalajara, México, 2001) y Nunca canté en Broadway (Linkgua, Barcelona, 2005).
Tras la noticia de este nuevo premio para el poeta, concertamos por correo electrónico esta entrevista para conversar con él sobre el nuevo poemario y sobre viejos asuntos, los asuntos de siempre.
¿Qué puedes decirnos acerca del libro premiado?
Todos los cielos del cielo es un poemario breve. Es como un caleidoscopio. Y es para mí un cambio de lenguaje. Un yo más directo, más sencillo, menos altisonante. Un libro lleno de ternura burlona. Y me alegra tanto que haya sido en el centenario de Gastón Baquero, un poeta inmenso que sufrió en silencio la vejación del exilio, y la abominación del olvido.
¿Qué le dijo el Ramón humorista al Ramón poeta cuando supo la noticia?
Los dos abrimos la boca sorprendidos. Al poeta se le aguaron los ojos y el humorista lo invitó a desayunar para que dejara esa expresión de estúpida complacencia. Los dos leyeron nuevamente el poemario para ver si realmente era sólido, y si no se iban a avergonzar de verlo publicado. El humorista se iba a burlar y el poeta se hundiría en el silencio. Al final, los dos desayunaron y se alegraron modestamente. Un premio no hace mejor escritor a nadie, pero es una ventana para que entre un poco de luz sobre su obra.
¿Cómo describirías el camino que ha seguido tu poesía desde el principio hasta ahora?
¿Tortuoso? ¿Difícil?... Un camino lleno de incomprensiones, pero también he encontrado el apoyo de mis colegas. Se asustaban precisamente los que tenían que asustarse, los que mandan. Mi poesía sigue siendo un aullido. Pero también aprendió a ser un susurro de ternura en los oídos de quien quiere escuchar.
Si pudieras volver a empezar desde cero tu vida, ¿te gustaría hacer otro tipo de poesía o, incluso, otro tipo de escritura?
A esta altura he aprendido cuáles son las cosas que me gustan de la vida, y las que no me gustan. Vivo como si solamente me quedaran 72 horas de vida. De modo que aprendí a no desear haber sido lo que no soy, ni a quejarme por lo que pude haber sido. Soy un guerrero y soy un monje. Soy un juglar y también, un vengador risueño, como Till Eulenspiegel, el alemán que se burló de todos en su época. O como el poeta francés Francois Villon.
A veces siento que esos fantasmas me habitan. Y que logré llegar con ellos hasta aquí, y que también me acompañarán en la penumbra de los días por venir. Y doy gracias por lo poco que poseo y por lo que he perdido. Porque tengo en las manos el olor de la felicidad, cuando le he arrebatado puñados de ella a la vida.
Más allá de las influencias, ¿hay algún poeta cuya relectura te siga resultando imprescindible?
Es una corta lista. Son encuentros y vueltas atrás. Esta es una relación a vuelo de pájaro: el tango; Nicanor Parra, un universo doloroso y divertido; Hans Magnus Enzensberger, un descubrimiento sorprendente, con una acidez espectral y una visión contemporánea de todas nuestras desgracias humanas; Jorge Luis Borges y Eliseo Diego, dos puntas de la media luz de la ciudad; Edgar Lee Masters en esa visita interminable al cementerio de Spoon River; la dulzura serenamente intensa de Emily Dickinson; la fantasmal elegancia de Dylan Thomas; T.S. Eliot en sus múltiples rostros; Cavafis en el viaje interminable; la dureza casi burlona de Charles Bukowski, cuando escribe cosas como: "Pienso en mí, cuando lleve tres siglos muerto"; y Vallejo, siempre César Vallejo, que cada vez me parece más desolado cuando estoy llegando a lo que él dice en uno de sus versos: "a la pared de enfrente de la vida".
¿Cómo es tu relación con la poesía? ¿La practicas? ¿Convives con ella? ¿Te asalta de pronto como poema ya hecho? ¿La persigues hasta que la atrapas?
Me asalta y levanto los brazos. La busco algunos días cuando siento un rumor, una música, casi siempre acompañada por un rumor de palabras que terminan siendo una imagen. No la provoco. Ella aparece cuando la necesito.
En ocasiones paso días y hasta meses con un verso dándome vueltas en la cabeza, o lo anoto y olvido dónde, hasta que lo encuentro y muestra un nuevo fulgor, otro camino para construir un poema.
Antes me desesperaban los largos períodos de sequía. Ahora sé que todo se cocina por dentro. Se añeja, se transforma, se endereza, se va armando, y cuando ya está listo, sale con naturalidad.
Aparte de pulir el oficio, ¿esa larga relación con la poesía te ha enseñado algo para la vida cotidiana?
Me ha regalado la paciencia, la inconformidad, la sonoridad de las imágenes. La posibilidad de contemplarlo todo como si uno viviera fuera de esa realidad, pero sintiendo el dolor de esa realidad.
En los peores momentos de la vida, me ha salvado la poesía. Sobre todo la de los demás. Aunque también puedo decir, en voz baja, que yo sí tengo un verso donde caerme muerto.
PD: No se pierda esta página de La Habana Elegante donde puede leer un par de textos sobre la poesía de Ramón Fernández Larrea, y, sobre todo, algunos de sus poemas.