viernes, 7 de noviembre de 2014

Hans Magnus Enzensberger, #ViernesDePoesía

Canción para los que saben

sabemos que hay que hacer algo inmediatamente
lo sabemos
pero naturalmente es demasiado pronto para hacerlo
pero naturalmente es demasiado tarde para hacerlo
lo sabemos

que realmente estamos bastante bien
y que así vamos a continuar
y que esto no sirve para nada
lo sabemos

que somos nosotros los culpables
y que no es culpa nuestra que seamos culpables
y que somos culpables por ese mismo hecho
y que estamos hartos con ello
lo sabemos

que quizá no vendría mal callarse un poco
y que a fin de cuentas no vamos a callarnos
lo sabemos
lo sabemos


y que a nadie podemos ayudar verdaderamente
y que nadie verdaderamente puede ayudarnos
lo sabemos

y que somos tan inteligentes
y libres para elegir entre la nada y lo nulo
y que debemos estudiar este problema muy cuidadosamente
y que echamos dos terrones de azúcar en el té
lo sabemos

que somos enemigos de la opresión
y que los cigarrillos han subido de precio
lo sabemos

y que la nación se está metiendo en un tremendo lío
y que nuestros vaticinios se mostrarán ciertos
y que no sirven para nada
lo sabemos

y que todo esto es verdad
lo sabemos

y que sobrevivir no es todo sino muy poca cosa
lo sabemos

y que sobreviviremos
lo sabemos

y que todo esto no es nada nuevo
y que la vida es preciosa
y que eso es todo
lo sabemos
lo sabemos
lo sabemos perfectamente bien

y que lo sabemos perfectamente bien

eso también lo sabemos
1968

Casa aislada
a Günter Eich

cuando me despierto
la casa está en silencio.
sólo se oyen los pájaros.
por la ventana no veo
a nadie. ningún

camino pasa por aquí.
ningún hilo en el cielo
ningún cable por tierra.
todo cuanto está vivo
reposa bajo el hacha.

pongo agua al fuego.
corto mi pan.
hago girar inquieto
el botón rojo
de mi pequeño transistor.

crisis del caribe... lava blanco
más blanco que el blanco...
listos a responder a la agresión...
that' s the way i love you...
fuerte alza de valores metalúrgicos...»

no cojo el hacha
no rompo el aparato.
y es la voz del terror que me serena,
que me dice:
aún estamos con vida.

la casa está en silencio.
yo ni siquiera sé cómo tender las trampas
o hacerme un hacha de pedernal
cuando la última cuchilla
se habrá enmohecido.
1962

(De "Poesías para los que no leen poesías" 1971; versión de Heberto Padilla)

jueves, 6 de noviembre de 2014

Ramón Fernández Larrea: "Tengo un verso donde caerme muerto"

por Ernesto Santana (tomado de Diario de Cuba)
Hace unos días supimos la noticia: Ramón Fernández Larrea había ganado el Premio Internacional de Poesía Gastón Baquero —que se convoca en la ciudad de Salamanca para autores españoles e hispanoamericanos— con el poemario Todos los cielos del cielo.
Fernández Larrea, además de poeta de larga duración, es también humorista y escritor para radio, televisión y cine. Muchos lo consideran uno de los más importantes, si no el más, de los poetas cubanos en la década del 80, y todavía en Cuba hay gente que se sigue pasando grabaciones de "El programa de Ramón", incluso gente joven que no conoció aquel famoso espacio en vivo. Después de marcharse al exilio a mitad de los 90, vivió en Canarias y en Barcelona. Actualmente reside en Miami.
Ha publicado, entre otros, los poemarios El pasado del cielo (que fue Premio Nacional de Poesía Julián del Casal en 1985 y se editó en 1987), Poemas para ponerse en la cabeza(Abril, La Habana, 1989), El libro de las instrucciones (Ciclos, La Habana, 1991), Manual de pasión (Universidad de Guadalajara, México, 1993), El libro de los salmos feroces(Extramuros, La Habana, 1995), Terneros que nunca mueran de rodillas (Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife, 1998), Cantar del tigre ciego (Arlequín, Guadalajara, México, 2001) y Nunca canté en Broadway (Linkgua, Barcelona, 2005).
Tras la noticia de este nuevo premio para el poeta, concertamos por correo electrónico esta entrevista para conversar con él sobre el nuevo poemario y sobre viejos asuntos, los asuntos de siempre.
¿Qué puedes decirnos acerca del libro premiado?
Todos los cielos del cielo es un poemario breve. Es como un caleidoscopio. Y es para mí un cambio de lenguaje. Un yo más directo, más sencillo, menos altisonante. Un libro lleno de ternura burlona. Y me alegra tanto que haya sido en el centenario de Gastón Baquero, un poeta inmenso que sufrió en silencio la vejación del  exilio, y la abominación del olvido.
¿Qué le dijo el Ramón humorista al Ramón poeta cuando supo la noticia?
Los dos abrimos la boca sorprendidos. Al poeta se le aguaron los ojos y el humorista lo invitó a desayunar para que dejara esa expresión de estúpida complacencia. Los dos leyeron nuevamente el poemario para ver si realmente era sólido, y si no se iban a avergonzar de verlo publicado. El humorista se iba a burlar y el poeta se hundiría en el silencio. Al final, los dos desayunaron y se alegraron modestamente. Un premio no hace mejor escritor a nadie, pero es una ventana para que entre un poco de luz sobre su obra.
¿Cómo describirías el camino que ha seguido tu poesía desde el principio hasta ahora?
¿Tortuoso? ¿Difícil?... Un camino lleno de incomprensiones, pero también he encontrado el apoyo de mis colegas. Se asustaban precisamente los que tenían que asustarse, los que mandan. Mi poesía sigue siendo un aullido. Pero también aprendió a ser un susurro de ternura en los oídos de quien quiere escuchar.
Si pudieras volver a empezar desde cero tu vida, ¿te gustaría hacer otro tipo de poesía o, incluso, otro tipo de escritura?
A esta altura he aprendido cuáles son las cosas que me gustan de la vida, y las que no me gustan. Vivo como si solamente me quedaran 72 horas de vida. De modo que aprendí a no desear haber sido lo que no soy, ni a quejarme por lo que pude haber sido. Soy un guerrero y soy un monje. Soy un juglar y también, un vengador risueño, como Till Eulenspiegel, el alemán que se burló de todos en su época. O como el poeta francés Francois Villon.
A veces siento que esos fantasmas me habitan. Y que logré llegar con ellos hasta aquí, y que también me acompañarán en la penumbra de los días por venir. Y doy gracias por lo poco que poseo y por lo que he perdido. Porque tengo en las manos el olor de la felicidad, cuando le he arrebatado puñados de ella a la vida.
Más allá de las influencias, ¿hay algún poeta cuya relectura te siga resultando imprescindible?
Es una corta lista. Son encuentros y vueltas atrás. Esta es una relación a vuelo de pájaro: el tango; Nicanor Parra, un universo doloroso y divertido; Hans Magnus Enzensberger, un descubrimiento sorprendente, con una acidez espectral y una visión contemporánea de todas nuestras desgracias humanas; Jorge Luis Borges y Eliseo Diego, dos puntas de la media luz de la ciudad; Edgar Lee Masters en esa visita interminable al cementerio de Spoon River;  la dulzura serenamente intensa de Emily Dickinson; la fantasmal elegancia de Dylan Thomas; T.S. Eliot en sus múltiples rostros; Cavafis en el viaje interminable; la dureza casi burlona de Charles Bukowski, cuando escribe cosas como: "Pienso en mí, cuando lleve tres siglos muerto"; y Vallejo, siempre César Vallejo, que cada vez me parece más desolado cuando estoy llegando a lo que él dice en uno de sus versos: "a la pared de enfrente de la vida".
¿Cómo es tu relación con la poesía? ¿La practicas? ¿Convives con ella? ¿Te asalta de pronto como poema ya hecho? ¿La persigues hasta que la atrapas?
Me asalta y levanto los brazos. La busco algunos días cuando siento un rumor, una música, casi siempre acompañada por un rumor de palabras que terminan siendo una imagen. No la provoco. Ella aparece cuando la necesito.
En ocasiones paso días y hasta meses con un verso dándome vueltas en la cabeza, o lo anoto y olvido dónde, hasta que lo encuentro y muestra un nuevo fulgor, otro camino para construir un poema.
Antes me desesperaban los largos períodos de sequía. Ahora sé que todo se cocina por dentro. Se añeja, se transforma, se endereza, se va armando, y cuando ya está listo, sale con naturalidad.
Aparte de pulir el oficio, ¿esa larga relación con la poesía te ha enseñado algo para la vida cotidiana?
Me ha regalado la paciencia, la inconformidad, la sonoridad de las imágenes. La posibilidad de contemplarlo todo como si uno viviera fuera de esa realidad, pero sintiendo el dolor de esa realidad.
En los peores momentos de la vida, me ha salvado la poesía. Sobre todo la de los demás. Aunque también puedo decir, en voz baja, que yo sí tengo un verso donde caerme muerto.
PD: No se pierda esta página de La Habana Elegante donde puede leer un par de textos sobre la poesía de Ramón Fernández Larrea, y, sobre todo, algunos de sus poemas.