viernes, 28 de marzo de 2014

Tres poemas simples de Agusto Rodríguez (#ViernesDePoesía)



En mis días por la Feria del Libro 2014, tuve la oportunidad de bucear entre muchos de los libros que allí se presentaron. Había uno de portada negra con el sugerente título de Gramática del deseo, de un ecuatoriano llamado Augusto Rodríguez. Y sucedió que al mirar la contraportada me encontré allí a mi admirado Rafael Courtoisie recomendando aquella "poesía fina y penetrante como una aguja de acero, una poesía cuya extensión es máxima como el concepto de ser pero cuya intensidad, paradójica, extraña, se concentra en un punto de belleza singular insoslayable."
El libro fue para mi casa y estuvo dando vueltas entre ese montón de cosas que no me decido a organizar, pero hace un par de días lo tomé, y empecé a meterme implacablemente en la piel de un poeta muy sólido, un poeta con el que resuena mi diapasón al confesar en una línea cualquiera "me interesa descrubir la luz de las cosas simples". Y ya, los dejo con tres poemas suyos en este Viernes de Poesía.

I
En el principio era mi padre y yo tomados de la mano en la infancia de nuestro apellido, en la prehistoria de nuestros abrazos y besos, de los viajes a la noche inventada o a la ciudad del alcohol y del tabaco. Nada sacamos a limpio si el mundo no se despedazó con nuestros rezos familiares. Si nosotros no fuimos el mundo, si la tierra que hierve entre nuestras venas no expulsó el infierno que llevamos dentro. Mi padre era un ser de piel silenciosa que llevaba en el corazón la ira, el odio y la condena del tiempo; hombre de sal, de sueños verdes, destinado a padecer debajo de la tormenta de hielo que incendió sus manos; manos que acariciaron mis párpados gastados, que alguna vez miraron cómo el horizonte fue un imperio que se destruyó con el fuego de la selva. Mi padre atravesó la orilla de los muertos para alcanzarme, para alcanzar a sus muertos y decirles que es el hijo de la rabia, de la furia, el hijo de los ángeles violados, el hijo que se figó de su propio entierro para reinventar los sollozos de las mujeres que tanto amó. Mi padre es la copa rota donde yo bebo sus vicios. Su vicio más profundo, su herencia vengativa, la carne miserable que no teme dividir el aire para conquistar lo que desea. Soy su herencia enferma, que asesinará sin piedad a sus verdugos. Su herencia enloquecida, que revivirá cadáveres y bestias, con tal de que su herida expulse el veneno. Mi padre es una habitación abierta de par en par donde entro sin zapatos y sin medias, dispuesto a corregir mis errores. Ahí dentro sé que soy bienvenido, pero tengo que guardar silencio, para que su palabra, que es silencio y gozo, me atraviese el tímpano, el cerebelo y cruce mi espina dorsal hasta crucificarse en mi aorta. Tengo que aprender a defenderme de sus espejos y dioses furiosos: como tigres se me lanzan al círculo e impulsan a pelear con mis manos heridas. Solo acepto con honor su invitación y nos debatimos.


Tu geometría

A Maritza Romero Bernal

Observo tus instrumentos alucinantes, huelo tu cuello detrás de tu cabello. Soy como un alacrán en una tela de ropa, puro veneno y silencio. Te completo como lo que eres, un milagro en el espejo del tiempo. Miro tus manos inocentes, acaricio la punta de tus dedos con total tranquilidad. Sé que el tiempo no está a mi favor pero aun así no quiero perderte.


Tu cuerpo es la nieve


A nadie te me pareces en esta tarde tan caótica como audaz que arde en el interior de todos los riñones; cuando duermes y en el sueño sueñas con mis dedos en tu cabello y la oscuridad no llega y tu cuerpo es la nieve.


Augusto Rodríguez (Guayaquil, Ecuador, 1979) Licenciado en Comunicación social. Ha publicado los poemarios Mientras ella mata mosquitos (2004), Animales salvajes (2005), La bestia que me habita (2005), Cantos contra un dinosaurio ebrio (Barcelona, España, 2007 y Cuenca, 2008) y Matar a la bestia –recopilación- (Guadalajara, México, 2007). Sus textos aparecen en varias antologías locales y en países como España, Chile, México, Perú, Uruguay, Venezuela y Argentina. Ha obtenido el Premio Nacional de Poesía David Ledesma Vásquez (2005), el Premio Nacional Universitario de Poesía Efraín Jara Idrovo (2005), Mención de Honor en el Concurso Nacional de Poesía César Dávila Andrade (2005), Finalista del III Premio Internacional de Poesía Màrius Sampere (2007) y Finalista del VII Premio Internacional de Poesía Joven Martín García Ramos (2008). Es uno de los fundadores del grupo cultural guayaquileño Buseta de papel. Ha hecho estudios y ha editado varias antologías sobre poesía joven ecuatoriana en el Ecuador y el extranjero. Ha participado en varios encuentros literarios dentro y fuera de su país natal. Parte de su obra poética está traducida al inglés, al catalán y al francés. Poemas suyos han salido en importantes periódicos y en revistas impresas o virtuales de Ecuador, México, Argentina, España, Colombia, EE. UU., Chile, Canadá, Perú y Uruguay. Editor de la revista literaria El Quirófano.


viernes, 14 de marzo de 2014

Vientos de cuaresma #ViernesDePoesía


El perro busca
refugio de los vientos
que trae marzo.

La mujer tira
de su mejor sombrilla
que quiere volar.

Son los vestigios
de un crudo invierno
jamás cumplido.

lunes, 3 de marzo de 2014

El cuerpo de letras de Aleyda Quevedo


Esta conversación con Aleyda Quevedo, pactada hace semanas gracia a las redes sociales, en rigor debía versar sobre la obra poética de la autora quiteña. Pero al adentrarnos en la Feria empecé a descubrir el nombre de Aleyda lo mismo de presentadora de una novela, que en las palabras de agradecimiento de un escritor, que en una lectura de poesía. Así que cuando nos encontramos finalmente, antes de llegar a sus textos, comenzamos hablando un poco sobre su intensa actividad de promoción cultural:
“De profesión soy comunicadora y gestora de proyectos culturales. Siempre había estado promocionando a diversos colegas, porque creo que Ecuador es una nacióncon grandes escritores —hay una gran tradición poética y de destacados escritores dentro de la narrativa—. Lo que hace falta, me parece, es una política de difusión de la literatura ecuatoriana ya que no hemos tenido grandes editoriales.
“No hemos podido difundir a los grandes nombres como Jorge Carrera Andrade o Pablo Palacio, y tampoco a los jóvenes. Me he empeñado mucho en curar antologías que permitan poner a la literatura ecuatoriana en comunicación con el continente. Cuba me ha permitido desplazarme en un escenario de afectos y conexiones, de juntar a los escritores que disfruto y que me gusta acercar al público por ese empeño de comunicadora.
“El periodismo cultural tiene necesariamente que hacer ese trabajo de conectar a los autores con sus lectores y viceversa; de lo contrario vamos a perder el público de la poesía. Siempre estoy imaginando formas creativas de cómo hacer que a la gente le resulte interesante, porque creo que la poesía tiene muchas respuestas que dar. A veces es agotador; eso me obliga alejarme de mi propia promoción. Me toca separarme y desdoblarme en esa parte de gestora cultural que es tan necesaria para nuestros países, y luego ocuparme un poco más de lo mío”.
Hablando de lo tuyo; en tu obra se destaca la presencia constante de la sensualidad. Incluso en poemas que no tienen necesariamente un tema erótico se desliza. ¿Qué hay en esa insistencia en la búsqueda de la belleza?
Para mí la poesía es una forma de conocimiento, de mirar el mundo. Cuando empecé a escribir a los 13 años, llegué de manera natural al erotismo y la sensualidad. Me parece que en este mundo globalizado y de contradicciones infinitas nombrar el cuerpo sigue siendo necesario porque la gente no está reconciliada con su propio cuerpo.
En mis últimos libros está el goce, el placer, pero también está ese cuerpo que se enferma, que es afectado por el dolor y la soledad. Trato de poner ese cuerpo no necesariamente femenino, porque pienso como Virginia Wolf que un escritor tiene que ser un poco andrógino, porque al final es un ser humano contando algo. Por supuesto, hay una visión femenina, pero también trabajo desde algunas voces que son más andróginas —que no masculinas—, y lo que he tratado es construir un proyecto literario a partir de esos ejes: el cuerpo, el erotismo, la sexualidad, el amor, el no-amor, la soledad; tratar de ir encadenando una serie de discursos, de apropiarme de una serie de canales que me permitan comunicar todo eso. He intentado no repetirme pero mantener un hilo constante: escribir del cuerpo y cómo nombrarlo.
Mi último libro, Jardín de dagas, que se presentará próximamente en México, es un escenario en el que la poesía es un jardín, y donde empleo varios recursos donde las dagas se convierten en palabras. Es una propuesta más conceptual, pero no me alejo del goce que permite el idioma. A mí me parece que las palabras son lo más sensual que existe, el escenario ideal para conectar.
¿Cómo llega Aleyda Quevedo a la literatura cubana y qué importancia tiene en su formación como escritora y ser humano?
Empecé a leer poesía a los 11 años, cuando mi papá me obligó a leer a César Vallejo y a otros poetas peruanos. A los 15 entré a un taller de literatura, y uno de los autores que más leímos fue Lezama Lima, que es muy complejo leerlo a esa edad —y sigue siendo un reto—. Siempre estuve alimentada por otros cubanos como Dulce María Loynaz y Virgilio Piñera.
Una escritora que admiraba mucho, incluso había comprado libros suyos en Buenos Aires y España, era Reina María Rodríguez, y a la que las primeras veces que vine a Cuba no pude conocer. La admiraba muchísimo no solo por su poesía sino por lo que las personas me contaban de ella. Me hablaban de una mujer de una sensibilidad súperespecial, de su terraza en la que se suscitaban encuentros, de los libros cosidos, de la Torre de Letras; era como ir armando un mito. Hace dos años nos conocimos y me conmovió un afecto que parece venido de vidas pasadas, y me sentí muy halagada por eso. Cuando ella presentó una antología de mis poemas aquí fue un gran honor.
El hecho de que tenga amigos escritores en la Isla como Reina María Rodríguez yLeonardo Padura, con los que puedo tomarme un trago de ron o una taza de té, me pone en una relación muy estrecha con esta tierra. Relacionarme con autores jóvenes me alucina; estoy viendo registros súperinteresantes como es el de Jamila Medina, por poner un ejemplo.
A cada rato descubro nuevos autores, y eso me lleva a pensar que Cuba no es solo una potencia musical, o un símbolo del socialismo que pervive, sino que sigue siendo una isla que escribe, con unos referentes potentes que nos lleva a estar en contacto permanente con ella. Por suerte, los lazos con Ecuador se han ido consolidando; esta misma ventana que es la Feria del Libro me parece una oportunidad excelente para que nos leamos los unos a otros.
(Tomado de La Jiribilla)

Estoy condenada...

Estoy condenada
a amar a un ojo gris
a punto de quemarme
quemarme la lengua
con la saliva bendita por tus dedos
que hechizan mi espacio
cada vez que humedeces el goce  
Es imposible no sepultarme
en esta angustia
de no verte pegado a mi almohada
Visto de negro
porque me siento poseída
por tu sombra
alrededor de mi sexo  
Tu sexo haciendo circuito
con este tejido difuso
donde he aprendido
a susurrar acertijos
que son tu nombre
de grillo húmedo  
Soy la esclava perfecta
perfecto
este instante  
No se parece a ti
ni el mar más salado
ése que me hunde en el lunar
negrísimo de tu pecho  
Te muerdo los labios
perro blanco
amor mío
no llegas a ser mío
para ser mío
hay que alborotar
la danza nocturna de mis sábanas
poner de cabeza
mi colegio
encontrarte hasta en la sopa
sopa remojada por la gente que nos mira

mira lo que pienso para atraparte.

Si estoy está

Mi esposo con sus manos tibias
baña mi cuerpo dolorido
con raíces y hojas de menta
Mientras duermo me mira respirar
Si me alejo
entre las violetas
él me sigue
si estoy está conmigo
Es madero en alta mar
al que me abrazo con amor