I
Reaccioné torpemente
desvié mi atención
hacia una izquierda descuidada
imprimí demasiada
vivacidad
a un gesto que no
debió pasar de mero guiño.
II
El pelo se sacude
cuando los caballos
han terminado de alimentarse,
si no, se corre el
riesgo
de teñir de púrpura los
alimentos.
III
La sangre no llega al
río
si se utilizan
compresas,
por lo general es
preferible un arroyo manchado
que una casa llena de
gritos a destiempo.
IV
Nunca quise ser el
mejor de mis hermanos
si acaso, pretendí
tender un puente
entre la luna y el
Malecón
con la secreta
esperanza de ver bajar
la estrella colgada
de una nube.
V
Amanecer contrito
entre cuatro paredes
no es una opción para el amante;
primero derrumba a golpe de inventivas los ridículos
límites.
Después de todo, las
fronteras no son más
que el recurso de los
que nos quieren dentro.
VI
¿Y si a pesar de
todos mis esfuerzos
la noche no brilla
con diamantes?
¿Es culpa de mi
adormilada Lucy
o de tontos
marinos ingleses
que se lanzaron a cruzar
del universo?
VII
Su mano extendida
niega cualquier tipo de rencor
su boca descansa
expectante
atenta a los
pronósticos del tiempo.
solo su sexo cerrado
a cal y canto
me confiesa la
ausencia del espíritu.
VIII
Empujar la puerta no
es un acto despreocupado,
cuánta premeditación
se acumula en el brazo estirado
en el sonoro impacto
de la madera
cerrándose sobre sí
misma,
cuánto de soberbia se
aplaca
cuando se activa la
barrera.
IX
Del otro lado quedan
sofismas
y otros malos
pensamientos
aquí
mis manos se intentan
aferrar
al pecho de una
muchacha que partió hace demasiado
y no tuvo tiempo de
llevarse el cuerpo.
Y si entendemos
cristianamente
que el cuerpo no es
más que una triste figuración del espíritu
sabemos que estoy
solo como un perro.
X
Pero hay que ver la
de bromas
que nos gastamos
aquel verano
en que decidimos
dejar de jugar a ser niños
y comenzamos a morir.
XI
Los ladridos de los
perros
aún retumban tras
nuestras huellas
perseguidas quién
sabe si por robar
o por no pedir.
XII
Prefiero pensar que
mi sombra es otro poco de yo
y no un chiste que la
luz refleja en el tokonoma.
Así, me gusta
entablar intensos diálogos
con esa parte
oscura de mí
interpretar sus
estiradas y encogidas
como enrevesados
discursos filosóficos
rellenos de
complicadas metáforas y alegorías incomprensibles.
Termino tan agotado
en estos encuentros
que he llegado a la
conclusión
de que mi sombra es la erudita en esta pareja.
XIII
Nuestros nombres
resonarán alguna vez
a la manera de los
coros griegos
cargados de sentidas
reflexiones
hondos pensamientos,
extenuados
incapaces de brindar
una gota más de sudor
XV
Con suerte, no soñaré mañana con nada de esto.