Con estos días otoñales me acordé de Dylan Thomas y este poema, para cuando uno no tiene ganas de otra cosa que no sea acurrucarse en el cuarto en penumbras y mirar pasar la vida.
Sobre todo
cuando el viento de octubre
castiga mi
pelo con sus dedos de escarcha
camino en
llamas, preso de un sol mordaz,
y arrojo a
tierra un cangrejo de sombra,
a la
orilla del mar, oyendo el ruido de las aves,
oyendo
toser al cuervo en las varas invernales,
mi corazón
atareado que se estremece al hablar
derrama
sangre silábica y exprime sus palabras.
Encerrado,
también, en una torre de palabra,
veo en el
horizonte caminar como árboles
verbales
formas de mujeres y filas
de niños,
sus gestos astros, en el parque.
Algunos me
dejan crearte de las hayas vocálicas,
algunos
delas voces del roble, desde las raíces
de tantos
condados espinosos te cuentan notas,
algunos me
dejan crearte de los discursos del agua.
Tras un tiesto
de helechos el reloj se menea,
me cuenta
el verbo de las horas, el sentido neural
vuelan en
los ejes del disco, proclama la mañana
y cuenta
el tiempo ventoso en la veleta.
Algunos me
dejan crearte de los signos del prado;
la hierba
que me enseña todo lo que yo sé
irrumpe
por el ojo con el invierno agusanado.
Algunos me
dejan contarte los pecados del cuervo.
Sobre todo
cuando el viento de octubre
(algunos
me dejan crearte de hechizos otoñales,
los de
lengua de araña, y el clamoroso cerro de Gales)
con su puño
de nabos castiga la tierra,
algunos me
dejan crearte de las palabras sin corazón.
Está
exprimido el corazón que, deletreando en la prisa
de la
sangre química, advirtió de la furia inminente.
A la
orilla del mar oíd las oscuras vocales de las aves.
Especially
When the October Wind
Especially
when the October wind
With
frosty fingers punishes my hair,
Caught
by the crabbing sun I walk on fire
And
cast a shadow crab upon the land,
By
the sea's side, hearing the noise of birds,
Hearing
the raven cough in winter sticks,
My
busy heart who shudders as she talks
Sheds
the syllabic blood and drains her words.
Shut,
too, in a tower of words, I mark
On
the horizon walking like the trees
The
wordy shapes of women, and the rows
Of
the star-gestured children in the park.
Some
let me make you of the vowelled beeches,
Some
of the oaken voices, from the roots
Of
many a thorny shire tell you notes,
Some
let me make you of the water's speeches.
Behind
a pot of ferns the wagging clock
Tells
me the hour's word, the neural meaning
Flies
on the shafted disk, declaims the morning
And
tells the windy weather in the cock.
Some
let me make you of the meadow's signs;
The
signal grass that tells me all I know
Breaks
with the wormy winter through the eye.
Some
let me tell you of the raven's sins.
Especially
when the October wind
(Some
let me make you of autumnal spells,
The
spider-tongued, and the loud hill of Wales)
With
fists of turnips punishes the land,
Some
let me make you of the heartless words.
The
heart is drained that, spelling in the scurry
Of
chemic blood, warned of the coming fury.
By
the sea's side hear the dark-vowelled birds.
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